jueves, 28 de diciembre de 2017

Mirando al sol

No soy el primero ni seré el último. Yo, como otros antes, he comprendido que no se puede ir contra el destino de los pueblos y la voluntad de los mismos. La voluntad, el impulso que nos une a todos hacia un destino manifiesto, un destino común, un destino que supere las diferencias entre las clases y nos haga avanzar como uno solo. Eso es a lo que voy a entregar a partir de ahora mi conocimiento y mi fuerza. La fuerza de un individuo, sano, íbero, nacional, en plenitud de su edad y su vida, con la sangre bullendo por todo lo que está ocurriendo y que no he sabido canalizar. No he sabido leer lo que pasa y lo que deviene y he desperdiciado mis años de juventud al servicio de una idea perniciosa, no errada, pero sí malévola, que pretende dividirnos y hacernos mal. Mal a todos. A los de arriba y a los de abajo, que al fin y al cabo somos uno. Una mirada a lo que nos está pasando me he hecho entender que debo entregar lo que tengo a la nación, a la patria, a nosotros. Nosotros somos uno. Nosotros somos nosotros y como nosotros tenemos que defendernos. Nosotros somos uno y yo he sido un idiota pensando que podíamos estar pendientes de otra cosa, de otros intereses. Pido perdón.
A partir de ahora quiero recuperar lo fundamental, quiero estudiar nuestros mitos y tradiciones, quiero cantar cosas antiguas, quiero recitar versos que vengan de lejos, quiero darle valor a lo tradicional, a lo que está dentro de nosotros como pueblo, quiero hacer chocolate con melindros, quiero pasar la vara de un hermano a otro, quiero leer en dialecto, quiero ser nacional. Quiero ser patriótico, quiero ser como son los días de hoy, azules. Siempre azul, siempre de manera limpia, siempre al viento, con la mirada cristalina de quien sabe que está haciendo lo mejor para su pueblo. Su pueblo somos todos. Se acabó manipular a las masas proclamando injusticias de unos contra otros. Nuestros enemigos son otros, nuestros enemigos son los que nos hacen perder lo que somos y avanzar hacia el futuro de una manera propia.
Quiero dar la mano a mis compatriotas, quiero besar la bandera, quiero poder demostrar y mostrar a los demás que estoy implicado en el destino de todos, de los de arriba y los de abajo, sin perjudicar, sin entorpecer, fluyendo con la masa de millones de personas que caminan de la mano hacia un destino que nos pertenece. Como el mañana, como el pasado. Que no nos cuenten más historias, que no nos molesten más con ideas foráneas. Quiero correr, saltar, comer, vivir, respirar, ese aire nuestro y tener esa sensación que ya tienen millones de gentes de que es posible vivir a caballo entre el hoy y el mañana, entre la vida y la muerte. No quiero tenerle miedo a la muerte, quiero abrazar la muerte como el sacrificio ideal de quienes están dispuestos a todo por todos. Porque todos somos uno, todos somos la nación y la patria. La patria de todos, una patria que me llama y que me dice que ha llegado mi momento. Que dónde estoy. Que dónde estoy. La patria me llama y pregunta por mí.
Dónde estoy. Dónde tengo que ir. Me tengo que movilizar al servicio de un destino en el que todo será justicia y libertad. Donde la calidad y la excelencia será el sello, como lo ha sido siempre, donde todos somos todo. Donde todos somos libertad y sentimiento de pertenencia. Quiero agitar mi bandera con otros, quiero una revolución nacional en donde lo primero sea el movimiento, la acción y no la reflexión. Quiero la fuerza, quiero todo el poder para una persona a la que venerar. Quiero venerar. Quiero dejar que mis instintos me guíen y desaparezca para siempre cualquier atisbo de razonamiento. Quiero estar de acuerdo.
Quiero la vida. Quiero la muerte.
Y montaré un acto sobre el punk.

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