miércoles, 20 de diciembre de 2017

El misterio de la puerta lateral de la Torre Balldovina


Hola, he venido a ver una cosa en la Torre Balldovina. No al museo, he venido a escuchar una charla, a ser parte de una asamblea general de algo, a estar atento a la intervención de nosequién que ha venido desde nosedónde a darnos su apoyo incondicional y que no nos rajemos, he venido a celebrar los 40 años de nosequé, he venido a ver cantar a la coral, he venido al acto en el que contraprogramo otro acto. He venido a ver algo. Entro por la puerta. Pero hay otra puerta.
Esa puerta. La primera puerta es una puerta de cristal, de esas que se abren y se cierran de manera normal, no de las que se abre y se cierran por sí solas. La primera puerta a veces está cerrada también, con una persona, perdón con una persiana herrumbrosa. Cerrarla no es fácil. Pero hay otra puerta. Esa puerta.
El otro día entré por esa puerta. Como me aburría, mucho, muchísimo, en una charla sobre la coloración, me fui. Y di una vuelta y me encontré con esa puerta. La que está al lado. Cuando estás dentro de la Torre Balldovina no te fijas mucho, pero está ahí. Conecta un mundo con otro. Y como yo ya me veo venir las cosas porque está todo más que inventado quise hacer la prueba. Aunque solo fuera por darme la razón a mí mismo. Me dispuse a entrar por esa puerta a sabiendas de que si estaba cerrada no iba a tener fuerza para poder abrirla. Ni siquiera si estuviera abierta y solo tuviera que hacer algo de presión. Pero las cosas pasan, y pasan si quieres que pasen. No lo sabe mucha gente, pero prácticamente podemos hacer lo que queramos. Lo que pasa es que no queremos. Quise entrar. Entré.
Y si había una charla sobre la coloración, lo que encontré fue a una niña tiritando de frío y llorando desconsoladamente. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que nada, que se había perdido y se había metido allí y que no encontraba a su madre. Le pregunté cómo se llamaba y me dijo que Antonio. Y le dije que si era su padre. Y me dijo que no, ella se llamaba Antonio. La acompañé a la salida por la puerta principal y me dijo que qué hacía y le dije que estaba saliendo para… y me dijo que me parase un momento a pensar y que si no sería mejor salir por la puerta de la que yo había venido. Pero me daba miedo salir por la misma puerta por la que había entrado. Pensé que todo podría ser fruto de un mal sueño, niano, niano, y me dejé a la niña allí y me fui por la puerta principal. Cuando volví a entrar por la puerta principal, estaban cantando el himno. Todos lloraban igualmente.
Otro día, fui a una charla sobre un libro muy importante, pero importante a nivel estratosférico, con ponentes del pueblo y todo eso. Un libro escrito por alguien de aquí sobre cosas de aquí. Me estaba quedando dormido cuando alguien comenzó a recitar y me volví a ir por la puerta principal, para entrar por la otra puerta. Esa puerta. Y entonces encontré que había gente fumando y bebiendo en copas de anís, otra cosa, que supongo que sería coñac y ya no eran copas de anís. Y había mucho humo. Y hablaba la gente entre sí y se me quedaron mirando y yo les pregunté que qué hacían y me dijo uno, gordo, o flaco, que qué miraba yo rojo de mierda y que me fuera por patas de allí si no quería… y llevaban unos monos azules y unas gafas de sol. No todos, algunos. Y me fui. Antes de salir me dieron unas cuantas hostias. Hostias que me dolieron incluso fuera de la sala. Al querer volver a entrar con la cara roja y sangrando por la nariz, un anciano de la puerta me dio un papel para la sangre que me chorreaba de la nariz.
La tercera vez era la mismísima Alcaldía la que nos había invitado a un acto de evaluación en el que se nos hablaba de unos datos muy importantes. Quise repetir, a riesgo de caer en otro momento atroz, pero no. Salí, entré por esa puerta y no encontré nada. La sala estaba vacía. Volví a salir, volví a entrar. Encontré a los antiguos amos de la Torre cenando. Una rebanada de pan y un poco de queso. Se me había olvidado cómo se llamaban. Me fui sin que me dijeran nada.
No he vuelto a la Torre Balldovina. Ni por la puerta misteriosa ni por la fetén. Probaré a entrar por la puerta del museo a ver qué me encuentro.

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