lunes, 7 de agosto de 2017

El Gatopardo - Luchino Visconti

Estaba el otro día escuchando la radio, RAC 1 y comenzaron a hablar de El Gatopardo, la película de 1963 de Luchino Visconti basada en la novela de Lampedusa. Me llamó la atención que, una emisora en la que se viene a dar por sentado que el Procés es bueno y santo, hablasen precisamente de una película y de una novela cuyo mayor legado a la historia es la frase: es necesario que todo cambie para que todo siga igual.
Pese a ser una película ampliamente conocida y comentada, no la había visto. . Así que me propuse a toda costa verla y comprender porqué es tan aclamada. Una película de Visconti, director italiano que tiene películas tan apabullantes como La caída de los dioses o Muerte en Venecia, un creador de escenarios, de imágenes, pero también de claro mensaje izquierdista pese a su suntuosidad, aparatosidad y recargamiento. Bien. Después de los comentarios de manual, pasemos a la película.
Guerra de Unificación italiana. Los camisas rojas de Garibaldi desembarcan en Sicilia para derrocar a la monarquía Borbónica y, en connivencia en principio con la monarquía saboyana, iniciar un proceso de unificación italiana. Los camisas rojas de Garibaldi son revolucionarios. En principio, junto a la unificación, hay un confuso mejunje de gente que cree que la unificación servirá también para el cambio social que Italia necesita. Pero ya desde las primeras escenas vemos de qué va todo.
Una familia que reza, tradicional, señorial, los Salina, que mandan y han mandado siempre. Burt Lancaser es el patriarca, señorón, putero, pero para nada un lerdo. Su sobrino, Alain Delon, le habla de enrolarse con los revolucionarios. Se va al monte con ellos. Es un camisa roja más. Participa en las batallas, etc. Pero es él el que en primera instancia le dice a su tío la frase maestra: es necesario que todo cambie para que todo siga igual.
El resto de la película consiste en comprobar como el viejo orden subsiste y consigue dirigir el nuevo orden. Cómo lo viejo, encarnado por Lancaster y también por Delon, se sirve de personajes con pocos escrúpulos pero adheridos a las nuevas ideas como el alcalde Calogero o su hija Angelica, la increíble Claudia Cardinale, para perpetuar el orden de las cosas.
Cosas que pasan cuando ves que todo va a seguir igual: un control revolucionario de camisas rojas en una carretera. Nadie puede pasar. Pero los ricos pasan porque lo digo yo.
El personaje de Delon, fascinante, consigue ser primero el más revolucionario, asustando a las 'tietes' del momento, pero al miso tiempo tranquilizándolas. Si él es un camisa roja, no pasará nada. Y de ahí pasa a ser oficial del ejército regular, ya contra sus antiguos correligionarios. Y de ahí a justificar, casi al final de la película, los fusilamientos de revolucionarios porque ya no es momento de experimentos.
Una película magistral y un mensaje para navegantes. Al lado de quienes tienen intereses contrarios a los tuyos, al lado de quien tiene más que ganar que qué perder si no se sitúa al frente del movimiento para llevarlo a su terreno, no hay nada que ganar. Serás carne de cañón, útil al menos 'mientras sepas disparar' como dice el personaje de Delon, pero luego será el momento de que todo pare, de que todo siga como estaba.
Otro momento interesantísimo. Llega un enviado a proponer a Burt Lancaster que sea senador. Este se niega, muy inteligentemente, porque considera que él es viejo, representa a lo viejo, y no se puede seguir contando con lo viejo para que sea representante de algo nuevo y propone al alcalde Calogero. Lo dice cuando la hija de Calogero, ya está prometida con su sobrino y su riqueza y continuidad está a salvo. Le interesa que sea alguien nuevo quien encarne esa posición, alguien que ha acumulado riquezas y tierras y que posiblemente, tenga algo que esconder. Está a su merced.
También son interesantes las reflexiones sobre Sicilia que hace el personaje de Lancaster, sobre cómo es una tierra perdida, sin ganas, que solo genera muerte, ideas de muerte, que lo mejor es salir y largarse, que no hay esperanza en que ideas nuevas prosperen allí, ni organización, ni estado, ni nada. Pero él es el primero que hace lo posible porque nada se mueva.
O la visión del compañero de caza de Lancaster, que votó no en el plebiscito (qué cosas) y su voto fue contado como sí. Plebiscito de unidad. Y cómo este personaje no entiende qué de bueno traerá la unificación, el nuevo orden, si ya de saque su voz no cuenta.
En fin, una película que a veces puede hacerse larga, por la manía de Visconti de dar paseos con la cámara para enseñarnos cosas y cosas, y gente, y vestidos y estancias y vestidos y... pero que deja muchas ideas. Y un Burt Lancaster increíble. Cuesta creer que es un americano interpretando a un italiano. La cara dura de Alain Delon y lo salvaje de Claudia Cardinale. No puede haber una mujer más guapa. La cantidad de pelis que habrá salvado esta mujer.
Pues eso. En pleno Procés, cuando se piden piden adhesiones inquebrantables en nombre de la democracia y de la ruptura, hay que ver quién está a nuestro lado, quién posibilita que ese proceso tenga los medios con los que cuenta, quién lo utiliza para seguir en el poder cuando su tiempo ha pasado. No vaya a ser que un día nos encontremos frente a la tapia y nos preguntemos qué pudo fallar.

1 comentario:

  1. Pues fíjese que nunca lo hubiera imaginado a usted visionando esta película con las palomitas al lado. Visconti era mucho Visconti, aunque no se crea que ésta es mi peli favorita suya.

    Feliz tarde

    Bisous

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