jueves, 6 de julio de 2017

Ojos contra ojos

Según un informe realizado por el profesor Petarski para la Universidad de Oriolsk, pasamos a referir el siguiente relato, escalofriante.
'Advertidos por parte de unos lugareños de que uno de los hijos de alguien que había seguido los cursos que hacíamos en la facultad en torno al fenómeno de la Mirada Ovoide y las investigaciones del profesor Almayr, decidimos trasladarnos a la provincia de Eduardohovsk y contrastar sobre el terreno lo que nos contaban. Al parecer, en la aldea de Novi Frigotsinievsk, dos mujeres vivían una alejada de la otra exactamente separadas por todo el pueblo. Es decir, una de ellas vivía en un extremo de la aldea y la otra vivía en el otro extremo de la aldea. Por decisión administrativa y consenso popular, no podían coincidir bajo ningún concepto y de ninguna forma y manera en el mismo espacio. Ambas, decían los paisanos, poseían una fuerza en la mirada que, si se juntaban en un mismo lugar podrían causar desgracias sin igual.
Así las cosas, una vez que llegamos, nos enteramos de que Shaliya Shelibayeva y Shilanka Shuralipova solo se habían visto una vez en la vida, de niñas en la escuela, y que a raíz de ese encuentro, del que nadie se atrevía a hablar, se había decidido apartarlas a cada una en un extremo del pueblo y que no se encontrasen nunca más. Ambas poseían la capacidad de mover su mirada y provocar con el efecto de la misma que las cosas se alterasen. Como quiera que ambas podían ver esquivando y rodeando y saltando los objetos, edificios y distancias por el efecto de la Mirada Ovoide tantas veces descrita por el profesor Almayr, se decidió que ambas vivieran con los ojos tapados y como medida de seguridad, igual de alejadas que antes. La fuerza de su mirada era tal que, movidas por la curiosidad, ambas miradas, ambas energías se habían encontrado y nadie supo explicar qué fue aquello que sucedió cuando sucedió lo que sucedió.
Y así las cosas, decidimos provocar un encuentro, toda vez que aseguramos a las autoridades locales que no se corría ningún peligro y que, aquellos que lo prefiriesen, podrían abandonar la aldea. Juntamos a Shelibayeva y Shuralipova en un terreno llamado Campo de los Amapolos por los habitantes de Novi Frigotsinievsk y propusimos que algún miembro de la seguridad del Estado estuviera cerca para evaluar las posibles desgracias causadas.
Trajeron a ambas mujeres. Ambas rondaban ya la cuarentena. Las dos llevaban los ojos tapados por unos rudimentarios antifaces. Ambas, contra lo que pudiera parecer, no parecían tristes o amargadas, antes al contrario, las dos dibujaban en sus rostros unas sonrisas que nos sorprendieron sobremanera. Al sentarlas una frente a la otra, a una distancia de dos metros de distancia, nos dispusimos a quitarles los antifaces y acto seguido salir corriendo disparados hacia unos parapetos que habíamos colocado para protegernos de posibles...
Cuando ambas miradas, azules, claras, verdosas, limpias, se encontraron sentí que en mi interior estallaba todo lo conocido y todo lo que iba a venir. Cuando las dos mujeres se toparon una con la otra, cuando las dos fuerzas se estrellaron y mezclaron, sentí que me disolvía en un universo que no conocía, que todo lo que yo sabía, mi habla, mi idioma, mi lenguaje, lo que escuchaba, lo que yo había aprendido durante años, lo que eran mis amistades, mis conocimientos, mi primera papilla, los primeros verbos irregulares, la madre que me parió, el club deportivo, la vida, toda la vida, toda la puta vida, toda la santa vida, se me disolvía y aparecía ante mí una nueva realidad. Una realidad que se imponía a lo que yo había estado vislumbrando como un patán durante tantos y tantos años. Sentía que sobre mis huesos, sobre mi cuerpo, sobre mi cerebro, sobre mis propios ojos, crecían otros miembros, un nuevo cuerpo que venía a sustituir lo anterior. Y en un estado de excitación y de pérdida de sentido de la presencia en el mundo que se me antojó definitivo, miré a mi alrededor y para mi sorpresa, no a todo el mundo le ocurría lo que a mí y había quien se mostraba indiferente y quien por el contrario, parecía haber desaparecido del mundo. Vi volar a Platonov.
Nunca jamás hubiera imaginado nada parecido. Y de repente, ambas parecieron decidir que era suficiente. Y por su propio pie ser apartaron una de la otra y volvieron a sus casas.
Algo en mí me decía que esas mujeres se habían visto más veces.'

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