lunes, 15 de mayo de 2017

Materia

La historia me la contaron a bordo de un buque de esos frigoríficos que se encuentran estacionados en el mar del Norte y que van recogiendo el producto del bla bla bla. En fin. Tobías de los Ángeles era uno de los tripulantes que más tiempo llevaba trabajando a bordo del ‘Angelopoulos’, que así se llamaba el barco, y presumía de haber estado viviendo en alta mar desde hacía al menos 30 años sin haber tocado tierra ni un solo día. Tobías decía ser boliviano aunque algunos sospechaban que era un español con acento de muchas partes que había olvidado ya un origen remoto y se dejaba llevar pelando peces hasta un final que no se dejaba ver.
El protagonista de la historia era el propio Tobías y todo tenía que ver con el motivo por el cual juró que jamás nunca volvería a poner pies sobre el suelo en esta su vida por vivir.
Todo comenzó al parecer en uno de los innumerables oficios que Tobías decía haber desempeñado, como empacador en una empresa de cacharretes y tornillería varia, allá por la costa holandesa. La empresa la gestionaba un buen hombre, un holandés llamado Van der Tinder, que se casó con una bella colombiana que conoció en un viaje de negocios y que terminó yéndose a vivir con él a Holanda, porque, decía, ella tenía orígenes alemanes y era como volver a unos orígenes más o menos relacionados con. La bella colombiana tenía nombre y se llamaba Mariela. Con el tiempo el buen hombre y la bella mujer tuvieron una hija, a la que pusieron de nombre Materia.
¿Por qué le ponemos esos nombres a nuestros hijos? Lo ignoro porque nunca tendré hijos, pero puedo decir que en el caso de la pareja intercontinental, el origen de Materia tenía que ver con el negocio, en cierta manera, ya que fue el viaje a la América latina en busca de materias primas, hierros, metales, etc., lo que originó que se conociesen Van der Tinder y Mariela, así que imbuidos en un espíritu de cierto relajo de costumbres que se atravesó en Europa hace unos años, no se cortaron ni esto para darle una patada al santoral e inaugurar una nueva onomástica: Materia.
Materia era una chica que creció siempre ensimismada. Al buen carácter y disposición de ánimo del padre, que siempre se mostraba afable y dispuesto; a la belleza y prestancia de la madre, elegancia y simpatía, donosura e inteligencia de la madre; Materia no tuvo por menos que dar un giro diametral a la herencia genética y mostrarse como rígida e inerte. Como una niña y una joven estática, hierática, gélida. Materia tenía sus dones, heredó la planta de la madre y cierta tendencia a comportarse generosamente con los demás, pero sin mostrar un ápice de sentimiento, sin que se le trasluciese el más mínimo punto de emoción. Materia era fría, era quieta. De hecho, muchos al encontrársela en algún lugar viéndola sentada, fijándose en algo, o simplemente esperando lo que fuese, dudaban seriamente que estuviera viva. Materia…
La historia no tiene mucho misterio en este punto. Tobías de los Ángeles entonces debía ser un mozo algo más apuesto que el trampantojo humano que era en aquel tiempo, Materia y él se enamoraron furtivamente (hasta en la materia más pétrea late un pequeño corazón) y tras diversos intentos y encuentros, consumaron su pasión. Tobías cuenta que desde que aquello ocurrió, Materia se volvió aún más fría, aún más distante. De tal manera que cesaron sus encuentros y la pasión se apagó. No por parte de Tobías que aún mantenía cierto… interés.
El caso es que Tobías, en sus largas horas empacando, le dio por pensar. Por pensar en qué había ocurrido. Qué pasó. Porqué Materia no le quería ver. Porqué Materia… empacando y empacando, un día, absorto en sus pensamientos, abrió una caja y vio… un muñeco. La conexión mental de Tobías fue inmediata. Ese muñeco era su hijo. Un hijo concebido en secreto. Materia, tan así, solo podía haber concebido un muñeco de plástico. Un muñeco de plástico muerto.
Tobías sintió tanto miedo….
Pelando peces está todavía allí. En fin.

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