domingo, 19 de marzo de 2017

La carretera de La Roca. Viaje al pasado.


Recuerdo perfectamente haber escrito alguna vez ya sobre la carretera de la Roca. Pero no sé qué narices pasa que no me acuerdo. Me hago mayor. Me repito. El texto podría haberse llamado ‘Paseos con mi padre’, por aquello de que hoy era el día del Idem, pero ya basta. La carretera de la Roca. Un viaje al pasado. Hoy, podría haber ido a La Roca por la C-33, hubiera sido un trayecto corto y sencillo, pagado el peaje, hubiera llegado a la fiesta de cumpleaños mucho antes. Pero a nadie se le ocurre ir a la Roca por otro sitio que no sea la carretera de la Roca. ¿Por la b-20? ¿Estamos locos?
Mi padre se sacó el carnet de conducir ya tarde o al menos más tarde de lo que se supone que debe sacárselo un español de bien. Como sea que, al parecer, el Palma lo llevaba de prácticas por la carretera de la Roca cuando se compró el Corsa nos llevaba de paseo casi todos los domingos por allí para ir haciéndose con el coche y con el hecho de conducir. No sé cuándo dejamos de ir, pero durante un tiempo la carretera de la Roca estaba siempre presente. El Corsa TR que tenía un maletero, mira qué maletero tiene. Era lo mejor del coche.
He cogido el coche y he salido dirección La Roca con la idea de ir despacito, sin prisas. Muchos ciclistas en una carretera de dos carriles que te obligan a no correr, con muchas rotondas, rotondas por todas partes, cedas el paso, el típico Citroën Saxo sobreocupado que ralentiza aún más todo el viaje. Y qué. No me he dado cuenta de que el polígono del Bosc Llarg es todavía Santa Coloma. Una vez que se pasa el Cementerio y la eléctrica y se hace la curva, uno no piensa que esté todavía en el pueblo, pero no es hasta que no pasas Ferrolán y no ves el cartel de Santa Coloma tachado no tomas consciencia de que estás fuera. Y entras en Montcada y supongo que no pedirán mucho detalle, pero iré contando.
En el colegio nos llevaban de vez en cuando de excursión, los fines de semana, algún tipo de excursión con los padres a la Font del Tort. No sé si era cosa del Ampa, que entonces era la Apa. Carretera de la Roca, la Font del Tort. Mi padre corriendo y jugando al fútbol, vacilando de lo que él corría y saltaba. Tenemos una foto de él saltando. Basta. Una vez, no sé qué pasó que nos perdimos o que se metió por otro sitio yendo por la carretera, que nos metimos en una masia en Santa Quiteria, que yo no sé si está lejos o cerca, y nos pusieron un arroz riquísimo y desde entonces mi madre creo que se quedó con la broma y me hizo el arroz así siempre. La carretera de la Roca.
Sant Fost de Campsentelles. Cuando yo era pequeñito el pueblo me parecía de juguete. Como que las casitas eran muy pequeñitas y muy cucas y muy así y yo pensaba que era un pueblo como de broma. De juguete. Cuando era pequeño le contaba a la gente en el pueblo que había un pueblo de juguete, Sant Fost. En Sant Fost, o entre Sant Fost y Martorelles, estaba el desvío para ir a Mollet. Cuando íbamos a ver a mis primos de Mollet ese era el desvío. Parecía magia. Estabas en la carretera de la Roca, un semáforo, girabas a la derecha y… zas! Entrabas en Mollet. Qué cosas.
Salidas a comer con mi padrino y mi madrina, con Miguel y la Chelo. Íbamos a veces a la Casita Blanca. A comer carne a la brasa. Era un sitio muy bueno. Hoy cuando he pasado por delante he visto un cartel muy moderno. Sigue abierta la Font del Tort y la Casita Blanca. Y can Reixach. Restaurantes de fin de semana, de ir a comer, de hacer la comunión, de las bodas, de los bautizos. No sé si el día de Santa Quiteria íbamos con ellos. Seguro que sí.
He visto los coches aparcados de la gente que tiene un huerto en la carretera de la Roca. Mis padres tuvieron un huerto con unos amigos y durante muchos fines de semana iban allí y plantaban tomates y cosas. Yo siempre pensaba, ‘mi padre en el huerto debe sufrir como un conejo’. Porque no le veo yo en un huerto, al campesino. Mi madre sí, pero mi padre, no.
Qué despacito he conducido todo el rato. Me he perdido en Montornés. No he hecho bien la rotonda, no me he fiado de lo que decía el cartel y me he metido dentro de la ciudad, pero no sé cómo lo he hecho que he ido a parar a la carretera otra vez. Me he asustado y he vuelto a equivocarme. He preguntado a una pareja y me han dicho que iba bien. Merendero de Montornés. No sé cuántos colomenses habrán ido. No sé cuántos colomenses no habrán ido al merendero. ¿Sigue la gente yendo al merendero? Qué poco me gustaba el merendero a mí. Me gustaba llegar, jugar al fútbol si había un partido serio y ya. Ni comer con la gente, ni nada más. Ni irnos. Y volver por la carretera de la Roca de noche ya escuchando a José María García, reventados de cansancio, oliendo a humazo, con sueño. No he conseguido ver dónde estaba el merendero. O sí.
Cuando íbamos con mi padre por la carretera de la Roca, yo no recuerdo haber llegado nunca a la Roca. De hecho, hoy tampoco he llegado a entrar al pueblo, me he desviado justo al pasar la primera rotonda. No me he vuelto a perder de milagro.
Me ha dado mucho el sol, debo de tener la cara roja. Me he acordado todo el rato de la foto que debería haberle hecho al cartel del desvío a Mollet. No la he hecho. El Machi me ha dicho que contase lo de cuando se me cayó el armario. Él tenía otro recuerdo de la historia. Casi no he mirado el móvil. Miento. La Nuri me ha contado que mi padre le decía que él era el padre de Antonio Molina, pero que ella no sabía que yo me llamaba así. Que yo era el Toni. Que hasta que relacionó a mi padre conmigo pasó un tiempo.
Volver ha sido mucho menos divertido. No había ningún coche que hiciera caravana, no ha pasado nada. Miraba a veces a Montcada i Reixach que está al otro lado del río. La gente andando por el vial. Al volver ya no había ciclistas.
No quería que se acabase la vuelta.

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