lunes, 19 de diciembre de 2016

Comiéndome el Coco con Cocoteva, de oídas.

El periodismo está muy trillado, muy visto, es difícil sorprender. El periodista va a un lugar, pregunta a la gente, contempla un acontecimiento, extrae la información precisa y lo cuenta luego. El periodismo está sobrevalorado. Ir a un sitio, contarlo después o durante. Yo, periodista colomense de formación clásica pero con poca experiencia en el ramo, me inclino en muchas ocasiones por la experimentación y la cucamona para paliar mi falta de rigor y profesionalidad, como ya saben. Pero creo que en esta ocasión voy a rizar el rizo. Bienvenidos a la crónica de oídas.
La Compañía Cocoteva reventó el Teatre Sagarra ayer con su representación tradicional del Cómeme el Coco Negro. Es, quizás, el único dato que voy a aportar con algo de fehaciente, ya que desde mi balcón se veía la larga cola que daba la vuelta a la calle. No fui a ver la obra, conscientemente, porque quería que en esta ocasión otros fueran los ojos que ilustraran mi relato y no los míos, ya contaminados a buen seguro por las relaciones de amistad, compadreo y jijijaja que al final acaban resultando perniciosas para la labor periodística. Con tal de no dejarme llevar y mantener un poco de dignidad profesional, decidí no ir. Y esto es lo que me contaron.
Desde muy temprana hora, ya a las seis de la tarde, diversos invitados, ciudadanos y ciudadanas de entidades de la ciudad, o personas elegidas por su personal gracia y salero, iban cantando en un escenario del Sagarra que, quizás nunca antes habían pisado y puede que algunos de ellos nunca más volverán a pisar. De la misma manera que en la obra de la Cubana, todo se basa en jugar con la estupefacción del espectador al enterarse en la puerta que la obra ya lleva un rato y que está acabando, aquí, los intérpretes son colomenses que se han prestado a colaborar en una obra que ya es toda una institución. ¿He dicho institución?
El teatro. El público. Los actores. La obra. El guión. No sé si han visto la película Amadeus. En Amadeus, que va sobre la vida de Wolfgang Amadeus Mozart, este genio austriaco compone óperas que se representan para los reyes, los emperadores, la nobleza, etc. La gente escucha, la gente aplaude o no, etc. Pero hay otras obras que compone y que se adaptan por parte de otros que se representan en teatros populares en los que la convención se rompe, y la gente aplaude, interviene, se ríe, comenta… Cocoteva, la compañía que dirige Xavi Villena, ya tiene ese punto en todas sus obras de transgresión y rompimiento de la cuarta pared. Usted está viendo la obra, pero usted es parte de la obra. Y en ninguna otra obra como en esta del Cómeme el coco, donde no hay ni cuarta pared, ni tabique, ni mampara, ni cristalillo fino, ni el aire que respiras, ni tus ojos negros en la noche, ni el pájaro chogüí, ni un mantelito, ni el efecto flow que le ponían a la Sara Montiel para que no pareciera tan mayor, ni una barrera de botijos, ni las piernas más largas de todo el Paralelo, ni un señor de Murcia, ni la alcaldesa de Santa Coloma, ni la banda municipal de pitos y pífanos de cualesquiera pueblo guipuzcoano, ni el arrebole, ni el trébole, ni el pito, ni la cucaña, ni la charanga y pandereta, ni el suspiro del moro, ni los suspiros de España, ni las enfermedades venéreas, ni los puparrones en la boca, ni los bigotes perfilados, ni las gafas de sol por la noche, ni los chándales… uno tiene la sensación de que está siendo parte de la Compañía y estamos todos y aunque yo no estuviera allí, allí estaba, porque seguro que algo pasaba o algo estaba haciendo yo en otro punto distante y conectado y cerrado que tenía que ver con lo que allí estaba sucediendo.
Y me informan mis corresponsales, (corresponsables), que el director sale cuando ya está todo el mundo sentado y dice que qué coño pasa allí, que a recoger todo el mundo y que nos vamos, y la que no recoge, y el que recoge, y la que malmete, y la que se mete, y la espectacular argentina de vestido ceñido que tiene mucho palique y pocas ganas de currar, y la súper vedette que pasea el palmito y el glamour, y la tonadillera en chándal noventero y voz de barrecha cantándole a la orillita del Guardia Civil, y los que dicen que no son pero lo son, y qué más da, y ese/a impagable responsable de vestuario capaz de estar veinte minutos hablando de vestidos, chaquetas, camisas, como si no hubiera nada más en el mundo, y las impagables intervenciones del gran Víctor Guerrero cantando la del Pito con toda la boca llena de pito y la Brigitta Lamour buscando a una concejal ausente, y el ya tradicional número de la mortadela (que no llega para todos porque la gente con el ansia se queda dos o tres… yo, pecador, reconozco que me guardé uno de recuerdo una vez, cuando ya me había comido uno… en fin), y a doblar manteles y cortinas… y lo de la muñeca hinchable y esos niños con los ojos como platos y el abuelete que han sacado al escenario porque al parecer ha enviado un ramo de flores a una gran actriz que a mí me suena de haberla conocido en un camping...
Y la gente se sorprende de que todo eso pase en una obra de teatro, donde unos hablan y los otros contestan. Donde el público no para de hablar, de reír, de gritar, de contestar al gran elenco de grandes artistas, de divertirse, de aplaudir, de aplaudir, de querer que no se acabe. Que son dos horas… más de dos horas de función, a calzón quitado, una experiencia que merece el reconocimiento, que ya se tiene, tanto por parte de un público fiel que revienta literalmente las costuras del Teatre Sagarra, como por parte de unas instituciones municipales que ponen todo de su parte para que esto siga adelante y desarrollándose de la mejor de las maneras posibles.
Así, como siempre, lo importante no es si te has perdido con la obra a los quince minutos y ya no sabes si se están yendo, si lo que está pasando ellos ya lo tienen pensado, si se escucha o si se ha caído adrede porque está borracha o si, como siempre, todo parece a punto de descarrilar pero no. Lo importante es que has ido, que han ido, que están allí, que participan en la locura de unos zumbados al mando de una compañía de teatro de Santa Coloma y que estás esperando ya el año que viene para que la vuelvan a representar.

El año que viene igual vuelvo a ir y todo. 

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