martes, 8 de noviembre de 2016

Con una mano atada a la espalda

Una calle ancha que se va empinando poco a poco, se va empinando, suenan los tambores, la calle va subiendo la inclinación, los grados, va cada vez más cuesta arriba. Para que no me quede sin fuerzas, empleo la fuerz ultrapropulsora del culo que se fue, pero del que guardo un recuerdo imborrable. Lo sigo viendo. Mi culo ancho. Ya no está pero parece volver ahora. Me propulso con tanta fuerza que en una esquina de esa calle que llegado a un punto se divide, me parto. Choco contra esa esquina y de la velocidad, pese a que yo no creo que la esquina acabe tan en punta como parece, cojo y me estrello contra la punta y me parto en dos. Me rajo como si rajases un papel, como si dividieses un trozo de carne con un cuchillo, fizzzzzzzz. Soy dos personas ahora. No teníamos bastante con una, que ahora somos dos. Dos más. Y qué hago con el otro. Hemos hecho un dos por uno. Con el otro puedo hacer lo que quiera. He decidido atármelo a tu espalda. En este caso sería atártelo a tu espalda. Lo he dejado ahí contigo y volveré a por él dentro de un rato. Ahora me voy a dar una vuelta. Hay dos calles que son paralelas y pienso recorrerme todos los bares, diciendo las cosas que he hecho antes en esos bares y las cosas que he hecho antes en esos bares se reducen a beber y comer, porque yo no hago muchas más cosas en los bares. Me pregunto dónde estarás con mi otra parte atada a la espalda. Voy a tantos bares y como tantas cosas que tengo ganas de hacer de vientre. Es una sensación que mi otra parte no está teniendo, porque está con una mano atada a tu espalda y vive en el limbo, pero yo tengo el estómago como una juerga flamenca. El recorrido por las dos calles concluye con ganas de que empiece de nuevo. Empecemos de nuevo. Empezamos recorriendo unas calles muy hermosas, monumentales, con una historia que cuento como si la hubiera vivido mil veces, y cuento la historia de cuando me quedé sin gafas y tuve que ir a ver las grandes obras de la pintura universal sin gafas. Esta historia os la sabéis muchos y es muy divertida. Un año, un año de estos, volveré y volveré a hacerlo sin gafas. Volveré a contar lo del sfumato y contaré ahora como novedad que me he comido dos kilos de churros enormes antes de disfrutar de lo bueno y mejor que hace el hombre. Bebo y el Cigala. Tengo muchas bromas ocultas que todavía no conocéis. La de Bebo y el Cigala creo que ya he comentado en alguna otra ocasión que me parece sublime. Pero no tiene importancia. Vasito de leche lleno de cerveza, con lo que no será un vasito de leche, será de cerveza.
Redacción del otro, con la mano atada a tu espalda: no creo necesario comentar que se puede alcanzar el bienestar de múltiples maneras que no tengo ni el tiempo ni el ánimo necesario para comentar como debería. El propósito de esta redacción es otro. Me gustaría declarar que si de alguna manera cuando acabe este trayecto he de volver a ser parte del otro, al menos que quede constancia de que he estado con una mano atada a su espalda. Una mano que es esta y que creo que debería ser la otra. He escuchado música, pero poco. He visto cosas, pero pocas. Yo he bebido bastante menos que tú. Quiero que quede constancia escrita de que he sido yo. Con una mano atada a la espalda. Esto lo gano yo con una mano atada a la espalda. Quiero utilizar esta frase hecha para que se note que con una mano atada a la espalda, también se vive. También pasan cosas.
Impresiones desde fuera: el mito de las dos almas que se separan de un cuerpo, vendría a decirnos que mientras una persona está viviendo una vida, debe haber otra persona que está viviendo otra vida que es mejor y que es igual que tú. Exactamente como tú. Y que no puede comunicarse contigo para contártelo. Un día, por ejemplo, ves un cartel, un anuncio, un algo que dice algo y tú crees que eso es una especie de señal. La señal de alguien que te quiere decir algo. Que es el otro. El que vive mejor. El de la mano atada a su espalda.
La mano atada a la espalda: es preferible tener las dos manos útiles. Es mejor utilizar palabras que todo el mundo entienda. Es sencillo saber cuándo alguien usa palabras que no son suyas.
Registro de incidencias: se presentan varias personas en la puerta de un bar. Comen un queso muy bueno. Se hacen fotos. Servirán para el recuerdo y se sentirán bien. A veces, me da por ponerme las manos en la espalda y creo que alguien va a venir a atarse conmigo. Debe ser por el frío.

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