sábado, 9 de julio de 2016

Yo maté al Bar Rey

Intentar mantener el anonimato, por mucho que uno crea que es transparente, es difícil en un mundo en el que todos estamos forzados a conectarnos unos con otros por unas razones o por otras y teniendo, como tenemos, medios en la palma de nuestra mano que nos hacen visibles a cualquier hora y en cualquier instante. Sea como sea, la gente del Bar Rey sabe que en muchas ocasiones aprovecho conversaciones, situaciones, momentos, referencias, para incluirlas en los textos. Estar sentado con los auriculares puestos y no dar casi nunca conversación, no es óbice para que los clientes, los que ya me tienen visto de años, me empiecen a mirar de otra manera. Alguien, a través de alguien, le pasa un texto por el wasap al camarero, el camarero lo lee, hace referencia en la barra... De todo esto hace unos días ya. Todo ha cambiado.
Lo advertí un día de esta semana. Al ir a pagar, hice algún comentario con alguno de los camareros y el T., al hilo de otra cosa o yo que sé dijo 'con esto puedes hacer un artículo'. Bien. Suele pasar que cuando alguien sabe que escribes considere que todo, absolutamente todo lo que hagas, es susceptible de aparecer en un texto. Nada más lejos de la realidad. Se me está calentando el zumo de naranja. Sigo.
El caso es que, como digo, en unos días, los clientes habituales, han comenzado a comportarse como si supieran que estoy aquí. Puede sonar presuntuoso, pero a los comentarios habituales sobre los hechos que suceden en la vida de las personas, estoy notando que están sumando un toque de afectación, de impostura. Me suena falso.
De repente, he notado que cuando hablan de que han ido a comprar, que se han metido en el mercado y no han salido hasta que... me parece que no es real. Entran en el bar, vienen de trabajar, se piden una cerveza, y me parece que todo es ya de mentira. Que en realidad no quieren beberse una cerveza, que muy posiblemente no quisieran ni siquiera entrar en el bar, pero lo hacen porque me ven a mí escribiendo. Esa señora que acaba de entrar con el carrito de la compra, no la he visto en mi vida. Llevo viniendo a este bar desde los quince años, aproximadamente. Jamás la ví. Ha venido, se ha sentado y va a pedir una cocacola.
Ya han hecho el festival del cole y no me has llamado para que fueras a verte.
El A., que ha estado trabajando esta semana, está aquí. Me ha saludado desde el fondo de la barra. Ha venido con unas botas del trabajo para dejarlas aquí. Ha venido a mirar la pantalla a ver qué estoy haciendo. Qué mentira.
Una pareja juega con los niños, con cacharritos, el niño pequeño se ha caído justo delante de mí y ha empezado a llorar, ha venido el padre y le ha cosolado. Se ha tirado. Seguro que se ha tirado. Se ha caído delante de mí para que yo lo escriba. No ha derramado ni una lágrima.
Un señor ha entrado delante de mí. Me gusta sentarme en el sitio que está al lado del enchufe, aunque no puedo enchufar el portátil porque tienen enchufado a su vez el ventilador. Un ventilador que no me da ni un poco de aire, porque no me toca el ángulo. Bien, el señor, como si supiera que mi sitio es ese, ha hecho un gesto de parar y hacerse el despistado par cederme el lugar.
Hace mucho calor en el Bar Rey. No tienen terraza. Ayer, creo, hablábamos de sitios con poco glamour y sin oferta gastronómica reseñable que, sin miedo, ponen una terraza en lugares que no tienen ni paso de gente, ni vistas, ni ambiente... pero la tienen. El Bar Rey no tiene terraza. Seguro que lo hacen por que se han metido en el papel de ser los únicos que no tienen terraza. Vuelven a pedir. Vuelven a hablar de sus cosas. No es normal. Noto que es mentira. Creo que el tono es demasiado exagerado.
¿Por qué molaba el Bar Rey? Primero, porque eran de mi cole. Muchos de los que vienen eran de mi cole. Es un bar de barrio, donde los camareros van todavía con bata blanca. Los Castis. No han puesto tapa con la cerveza jamás. Alguna patata frita, algún cacahuete. El que quiera un algo con la cerveza ya sabe que... El secreto de este bar, es que, a poco que vengas, pasas a ser parte de una extraña comunidad. Todo el mundo se conoce, más o menos, los camareros son el nexo de unión. Chistes con una gracia escasa, partidas a los chinos, el comentario siempre cortante, la ayuda en el momento preciso. Consultas que no las haces primero a la familia, primero pasan por el Casti. Situaciones que sabes que en el Rey las solucionan. Guías, teléfonos. Tengo la lavadora rota, ellos ya tienen un número esperando.
Pero todo esto era antes. Durante muchos años, he sido un cliente anónimo. Esperando al A., al E., a mi hermano antes de ir a ensayar... pero de un tiempo a esta parte... el wifi. Pusieron wifi y me bajé aquí a hacer mis cosas. Desayuno, consulto, escribo... un día me dijeron: ponte al lado de la ventana, da glamour ver a alguien con un portátil haciendo cosas.
Desde entonces, creo que este bar ya es mentira. Ha perdido absolutamente la gracia. Venía uno y se encontraba con la gente del barrio, y ahora, no sé porqué, creo que están actuando. Que algo no es real. Que hablan para que les escuche. Que gritan más de la cuenta porque llevo los auriculares puestos. Que el T. habla de la Eurocopa más de la cuenta. Que las cosas son auténticas cuando no lo saben. Creo que lo saben.
Algo pasa con este bar. Ya no está el Montserrat, ya no está el Turbo, ya no está el Risto, ya no está el abuelo manos penes, ya no está el cordobés aquel que me dijo que si me picaba la barba que me jodiera. Viene poco Andreu cara de barra, nosotros prácticamente no venimos casi nunca. Solo de mañanas. Y sin embargo, la gente que sigue viniendo, de unos días a esta parte... en serio. Creo que fingen. Fingen para mí.
Soy tan importante... que he matado al Bar Rey. Este bar antes parecía real y ahora lo veo como si todo fuera un trampantojo. Ya no es verdad. ¿Y si hubieran sido siempre actores? ¿Y si...? Debo irme a los bares del Centro, donde la gente es natural. Ahí soy uno más. Mi sitio ya no es este.
Está entrando más gente. Te leo cuando voy a cagar. Cuánta falsedad.

1 comentario:

  1. Me fui a las alturas y aún hacía calor, pero se estaba bien.
    Con el calor se me funde el cerebro cual pastilla de mantequilla.
    ¡Aupa con el sofoco barcelonés!

    Usted puede hacer un artículo de cinco páginas comentando los ingredientes que aparecen en el reverso de un paquete de chicles.

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