lunes, 25 de julio de 2016

Música Acuática - T.C. Boyle

Hay libros que te gustan más que otros. No esperen hoy, no esperan nunca aquí, una crítica especializada. Esperen más bien que les transmita una emoción. Can i borrow a feeling. Hay libros que empiezas a leer sin conocimiento. Sin saber qué te vas a encontrar, sin saber del autor, de su carrera, de su estilo, nada, y sin embargo, a las pocas páginas sabes que estás leyendo algo que te atrapa. Nada tiene que ver el hecho de haber tardado casi tres meses en leer el libro con que me haya gustado el libro o no. De hecho, y ya repito mucho 'hecho', a cualquiera que me haya preguntado y a veces sin preguntar le he contado lo siguiente (y creo que a partir de esta serie de explicaciones a bocajarro puedo elaborar ya una pequeña crítica, si no les importa):
Me estoy leyendo (contaba entonces)un libro que me está gustando muchísimo y me da coraje no leer más. Entre pitos y flautas, no leo apenas, pero sé que me estoy leyendo un libro que me entusiasma, con cada página que leo me divierto, me inspira, me dan ganas de leer más. Es de esos libros que cuentan una historia que me gustaría contar a mí. Y que me gustaría contar justo de la manera en que está escrita.
Se trata de dos historias que acaban convergiendo. La historia de Mungo Park, un joven explorador escocés que, cuando comienza el libro, está buscando a finales del siglo XVIII el río Níger enviado por una de esas sociedades británicas que 'abrieron el mundo' primero con fines científicos y hasta humanístas pero que escondían básicamente intereses comerciales. Mungo Park está acompañado por un guía mandinga, Johnson. Todo el mundo tiene su historia. Al mismo tiempo, en Londres, un rufián llamado Ned Rise lucha todos los santos días de su vida por no caer más abajo. Una vida de desgracias infinitas, de mala suerte, de mala pata, de mala fé. El libro alterna también la historia, no menos importante, de Aylin Anderson, prometida de Park, que le espera en Escocia. Kipling y Dickens sin filtro. Verne con diarreas.
Basada en la historia real de Mungo Park, el libro es fascinante. Cada personaje, como digo, tiene una historia. Una historia cruel, divertida, brutal, tremenda, llena de altos y bajos, con momentos de euforia, de pensar que todo puede ir bien, pero no es posible.
Música acuática está lleno de diarreas, cagaleras, vomitonas, supuraciones, pústulas, enfermedades, dolores indecibles, sufrimientos bárbaros, hambre, sed, frío, adicciones, monos, sexo enfermizo, depravación, maldad, infecciones, epidemias, llantos, pena, desesperación, injusticia, robos, alcoholismo, explotación, avaricia... y aventura. La aventura de vivir, diríamos si nos pusiéramos algo ñoños. Es la peripecia de una serie de gente que vive sin poder saber (a veces casi es mejor no querer saber qué nos va a deparar el día de mañana y esperar, como si nos tomase por sorpresa, a que nos coja la desgracia que lleva acechándonos desde que nacimos) qué va a poder hacer mañana. Es vivir y luchar desesperadamente por no morir. O por morir pronto. O por conformarse por vivir aunque sea así, de esa manera, borracho, adicto al láudano, muerto de hambre, comiendo cabezas de pescado podrido recogidas en un basurero de Londres. O no saber vivir ya sin la excitación del sufrimiento, de las penalidades sufridas, de estar siempre al borde de la muerte, de sentirte perseguido, en peligro constante, acechado por Dassaud que viene detrás de ti, pasando un calor infernal, sin beber, jodido hasta el límite... y sin poder pasar sin vivir así.
Mungo Park corona su primer viaje. se casa, tiene hijos... pero quiere volver. En una carta le escribe a su esposa que 'sigue oyendo la música del río'. La música acuática.
Mungo vuelve a África. Un segundo viaje. Más organizado, demasiado organizado. El retrato que hace T.C. Boyle de Gorée, la fortaleza africana desde la que comienza este viaje, es tan terrorífico... y siguen adelante. Los mandinga, los fulah, los terroríficos manianas, los moros, los ingleses, los escoceses... y la muerte. O la resurrección.
Son muchas historias, todas pueden valer un libro. La de Johnson, la de Fanny Brunch (qué historia tan triste, joder), la de Fátima, la de Dassaud, la de Glegg, la de Sidi, la de Boyles, la de Banks, la de los profanadores de tumbas, la de los militares enloquecidos, la de Ned Rise, la de Aylin, la de Mungo.
Unos días antes de acabar el libro, me encontré con una gente y hablamos de él. Había quien hablaba mal de Música Acuática, decía que no llevaba a ninguna parte.
Yo creo que es un libro que lleva a un lugar muy difícil. Que fascina y que da miedo.
Me lo volvería a leer.

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