domingo, 12 de junio de 2016

La fiesta de los polvos

No es mi intención resultar repetitivo, pero resulto repetitivo. Es así. Contaré por encimilla como ví lo del magno evento del sábado noche, más que nada por contar o mejor dicho, dejar por escrito lo que yo vi, si es que no lo viste, que sé que no lo viste, porque estabas fuera. Te diré que los sábados se están conviertiendo en unos maratones de ir a sitios y estar en ellos. No sé si tiene sentido ir a un desfile, a un acto, a una representación teatral, a la conferencia de un colega, al concierto de un amigo o a una fiesta consistente en abrir las tiendas más allá del horario habitual y tener todo un sinfin de oportunidades de rebaja y aprovechamiento de la oportunidad que la pintan calva. Y además, el Holi. La fiesta de los polvos. Yo que sé.
Por abrir el melón por algún lado, te diré, si no estuviste, que sé que no, que se ha iniciado la campaña electoral y mientras escribo esto intento recordar qué hice el sábado por la mañana y ahora recuerdo que, efectivamente, no fui. Por lo tanto estaba fresco, no asistiendo a ese acto que se recordará por los siglos, el acto que cambia el rumbo de la historia, para darlo todo en una tarde en la que se preveía colgar carteles y plafones como si no hubiera un mañana, no sin antes dar un paseo por el Mas Fonollar para ver en qué consistía 'lo del Bruno'. No es mi intención ser repetitivo, tampoco es la de parecer excesivamente gilipollas, pero diré que los buenos sentimientos expresados de manera colectiva, me hacen sentir incómodo. Dicho así, parezco gilipollas. Mientras escribo estas líneas, me entero de que, afortunadamente, se ha recaudado el dinero necesario para que el joven Bruno pueda ser operado. Y es bien. Pero mi dogmatismo me impide sentir una alegría completa porque no me encuentro cómodo en los actos benéficos, aunque me bebiera dos quintos y pagase un agua y me parecieran muy entretenidas las actuaciones y muy majos todos los asistentes y organizadores. No me gustan los actos benéficos. Y me siento mal por ello. Me gustaría que las administraciones ocuparan su lugar y no se tuviera que recurrir a la buena disposición de los vecinos de la ciudad para que el joven Bruno pueda ser operado. Y  ya está. Un compañero me explica allí mismo qué es lo que le pasa al chavalín. Adelante, pues. Quería ir a ver al Wallace y a los Puteados, pero la intensa campaña electoral me lo impidió. Tendré más oportunidades. Como las que espero que tenga el joven Bruno de saltar y brincar como un gamo. Esta última frase la escribo con toda la intención de parecer buen tío, majo y eso, ya que por lo escrito un poco más arriba puedo parecer un gilipollas sin más. Un gilipollas. A secas.
Me dejo llevar por una espiral un tanto estéril y no me ocupo de lo que me tiene que ocupar. Voy a pegar carteles, pero no voy a pegar carteles porque por h o por b ya están los grupos formados y ya se van y me quedo ensobrando y esperando a que vuelvan los compañeros que vienen de empapelar media Santa Coloma. Trabajo de sábado por la tarde, de domingo por la mañana, horas perdidas, a las seis, a las siete, hasta las diez. Pudiendo estar tomándonos unos quintos y paseando con nuestras y nuestros... ahí están. Subiéndose a una escalera y que sea lo que Dios quiera. También tiene su qué.
El Holi. La fiesta de los polvos. Cuando me incorporo de nuevo a la vida social de la ciudad, los Gym Toni (Gin Toni, Gym Tony, Gim Tomy...) están actuando en la calle Sant Carles y los colegas dicen de ir a cenar, vamos a cenar. En la plaça de la Vila hay mucha gente, hay mucha gente por todas las calles, pero solo pasamos por una calle.
Este texto pensaba que iba a ser brillante y está quedando como una mierda. Con el publi tan bonito que he leído hoy en La Vanguardia, que hasta citaban a los Coloristas y todo. El Broadway colomense. Y tú más.
Mientras ceno, los niños empiezan a sacar lo mejor de sí mismos. Con sus bolsitas llenas de polvitos, van encenagándose unos a otros, pero sin llegar la sangre al río. De fondo, música banghra, y yo hablo de fútbol con uno de los comensales. Miro el móvil. Constantemente. Es un vicio. Me levanto y saco una foto. No ha empezado, pero me hace gracia hacerle la foto a los que están bailando. Los niños ceden su lugar a otros mozos más granados, que hacen lo mismo, se tiran polvos unos a otros. Se ríen, juegan, y la nube de polvo va creciendo. Poco a poco, a medida que llega la hora de 'el holi', el polvarín va creciendo. Casi se mastica. Y sin el casi. No quiero ser repetitivo, tampoco ser gilipollas, ni un gruñón que tiene que creerse su papel de crítico por que sí. Se ve a gente embadurnada con los polvos de marras, de colores, riendo, tirándose unos a otros más y más polvo. De vez en cuando me levanto y hago otra foto. Por si escribo. Por si te las mando para que sepas de qué va esto del holi. No sé hasta qué hora duró o si cuando nos fuimos continuaba o qué pasó pero no atravesamos la plaza.
Llevo un polo blanco. Me gusta llevar ropa blanca, ahora. Antes, de chaval, no tanto. Ahora sí. Hoy llevaba camisa blanca otra vez, una camisa blanca antiquísima que... cuando ya nos vamos, en el callejón del Cinc suena Mathar, una canción pop con sitar que me chifla. Voy yo solo a escucharla. Una chica que no conozco me mancha la camiseta. Otra chica que sí conozco me presenta a una prima suya que dice que le gusta lo que lee aquí. Creo que deben hablar de otro.
Damos una vuelta, con las primeras bajas y deserciones. Encuentro a mi padre en la puerta de una tienda de ropa, una tienda de ropa, una tienda de ropa, una tienda de ropa, una tienda de ropa, una tienda de ropa, y es que está mi madre dentro. Le damos conversa, mi padre quiere irse, tampoco entra en la tienda de ropa, dice algo de que él no piensa entrar a la tienda de ropa, la tienda de ropa, finalmente en la Sant Carles les vuelvo a ver y me enseña mi madre así por encima el vestido que se ha comprado para la verbena de Sant Joan. Es hora de irse a casa. Y me voy a casa.
Y ya ha pasado la Open Night. Y la semana que viene será otra cosa. Y la peña ha puesto pasta para lo del joven Bruno. Y suenan petardos y no sé si es el final de las fiestas de Singuerlín o que nos ataca Portugal.
No sé si ya te he contado todo esto. No quiero ser repetitivo, pero al final, me repito.

4 comentarios:

  1. ¡Dentro de poco las fans le atacarán por la calle!

    Esto de la fiesta de los polvos suena un poco mal. Menos mal que lo ha explicado.

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  2. Qué reclamo para los lectores ese título.

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