sábado, 7 de mayo de 2016

Te voy a querer siempre a.k.a yo te voy a querer siempre


Esto lo acabo de pensar ahora mismo, pero molaría que mientras leas esto, pensaras en Georgia Hubley tocando la batería antes de empezar a tocar Big Day Coming o algo así. Da igual. Ese rollo con la batería. Podría ser la otra versión de Big Day Coming, la bonita con la que empieza el disco, pero ahora mismo prefiero la otra, la del ruido. Y a la Georgia tocando antes de que empiece, poniendo a la gente en situación. Son cinco líneas más en el texto que no molestan.
Hace 185 años, aproximadamente, no me atrevería a datarlo realmente, en una de esas veces en las que todo tenía que ser la última vez, pronuncié unas palabras, entre lágrimas: te voy a querer siempre. A veces incluyo en el relato el ‘yo’, para que quede el ‘yo te voy a querer siempre’. En ocasiones (por no poner a veces otra vez) me parece redundante, otras veces me parece como más sentido. Da igual. Lo que no sabe nadie, ni siquiera sabes tú, que ya no te acordarás de mí, es lo que sucedió ese día cuando salí de tu casa con la intención de no volverte a ver nunca más, porque todo era nada y había que ser perfectamente consciente de que nada lleva a ningún sitio. Esto no te lo he contado nunca. Al salir de tu casa, en la esquina, un señor con aspecto bastante convencional, que tampoco creo que fuera mucho mayor que yo o que fuera llamativamente reseñable, de esa gente que te cruzas por la calle y no reparas, ni te fijas ni nada, digo, una persona que para nada piensas que te va a dar la existencia te dice, me dijo, ‘perdone, caballero, me acompaña un momento’. Ni siquiera hizo ademán interrogativo, como preguntando, lo daba por sentado. Me acompaña un momento. Voy. Yo estaba con una pena devastadora, una de esas penas devastadoras que me dan y que seguramente se me pasarán en breve porque estoy digitalmente destinado a eso, pero en ese momento me podría haber alistado al Ejército Macrobiótico de Liberación que me hubiera dado igual y le dije que sí, que adónde había que ir y el señor aquel me dijo que daba igual que allí mismo valía.
Y me sacó unos papeles, con un logo arriba que representaba así como una cosa que luego se iba a parecer a todas las cosas, a todas las cosas, a todas las veces que hemos hablado, que hemos estado, que hemos ido, que nos hemos reído, a todos los sitios que hemos estado, a toda la gente con la que hemos hablado, con la que hemos hablado, con la que hubiéramos hablado, a todas las cosas que es posible de las que hayamos hablado y creo que esto ya lo he repetido pero no hemos parado de hablar y hablar y hablar y esto lo he sabido luego cuando ya no hablamos pero recuerdo la forma de ese logo y en realidad no la recuerdo, me viene a veces como de una forma… no sé. Me pasan cosas muy raras últimamente. Quiero que me pasen cosas muy raras últimamente para podértelas contar. El caso es que miré el logo y no reconocí lo que era pero de todas formas firmé, porque ese día, ese primer día, hubiera firmado cualquier cosa y era algo así como que sí, que me comprometía a ‘quererte siempre’.
En un principio suena bien. Con la camisa abierta. Con una guitarra acústica, o electroacústica en la mano, entornando los ojos, cantando ‘te voy a querer siempre’. ‘Te voy a querer siempre’. Como si cantases ‘Unforgettable’ o ‘Memories’ o ‘Yoy make me feel so young’. Algo así. Te voy a querer siempre. Hace gracia. Como el que te pide la hora, o dónde está la calle Sant Ramon que tengo que ir a una cosa, o si el Grunge estaba en la calle Sant Ramon o en otra calle. Y estás pensando en la calle Sant Ramon jugando al ajedrez y estás pensando en ir a otra cosa. Porque lo ponía en el contrato. Llevo no sé, 256 años así. Pendiente del contrato. Te voy a querer siempre,
Aquel buen señor me hizo firmar un contrato que no leí. Y yo me fui a mi casa y pasó el tiempo y patatín y patatán. Y los dedos de mis manos dicen que yo soy una persona que mucho mucho, pero que luego se me pasa todo y que al poco ya estoy otra vez con la guitarra en ristre y haciendo el cucamonas por los campos de España. He puesto España en el Word y lo ha corregido solo. Estoy escribiendo en el Word hoy. No me quiero equivocar. Lo que no sabía el que me dijo lo de los dedos es que yo había firmado un contrato. Te voy a querer siempre. y te he estado queriendo siempre durante estos últimos 876 años. No se pasa. No es tan fácil.
No estoy contando nada de lo que ha pasado en los últimos 1235 años. La vida ha sido más o menos lo que pensaba. El contrato ha seguido vigente porque no me he vuelto a encontrar a ese señor nunca más. Te he seguido queriendo siempre. Ha sido inútil cualquier consideración, cualquier cosa. No se me ha pasado. Tú ya no te acordarás de mí, y ya no tengo redes sociales por las cuales seguir tus andanzas. Me sigo acordando de cosas. De esas cosas que ya me resultaban lo más bonito que había en todos los mundos posibles, en todas las dimensiones, en todo lo que hubiera antes. En una risa bajando de un tren, en una risa en cualquier otra parte, en algo que pareciera una risa en cualquier sitio. En un mal día sin risas y cuando más hacían falta las risas. En esas cosas que hacían que no se me pasara nunca. Te voy a querer siempre. Y es un contrato con unas contrapartidas un tanto discutibles.
Llevo 2500 años pensando en este texto. Acaban de pasar 3489 años desde que pasó todo. Pienso en una cajita, encerrado en una cajita donde están mis cenizas, al lado de un limonero, que te voy a querer siempre. Que el contrato debe seguir vigente, aunque yo sea el único que se lo crea.
Que tengas un feliz día.

1 comentario:

  1. Uno no debe lanzarse a firmar cosas tan alegremente, monsieur. Hay que leerlo bien, y estimar las contrapartidas para que no sean tan discutibles.

    Feliz día

    Bisous

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