lunes, 9 de mayo de 2016

Juanito Piquete en el Cinc. Un concierto libertario.



Ramoncín. Lo digo ahora y así dejo en el ambiente una nube de mal rollo. Nubes. Raining in my heart. A las once de la mañana, para solucionar temas de frío y mala aclimitación a un mes de mayo que recordaremos como un noviembre amargo, nos dirigimos a la Churrería Manchega para calzarnos un chocolate que parece de mentira y unos churros y unas porras por si acaso. Departimos, nos damos cuenta nuevamente que el tiempo es severo y no perdona o quizás es indulgente y te hace un favor, comentamos y decidimos ir a la Plaça a buscar a la Pepa, pero allí no hay Pepa porque con ese tiempo se habrán dado a la fuga y con una tropa heterogénea nos vamos al Cinc. Hay concierto. Manhattan. Santa Coloma. Un disparate de actividades.
Concierto de Juanito Piquete acompañado a la guitarra del Wallace. Es la segunda vez, creo que puede que haya habido una tercera en el Línea que no recuerdo del todo haber vivido o quizás la confundo con un concierto en solitario del Wallace. Es posible. Y eso que un concierto del Wallace es inolvidable. Entrada más que aceptable en una mañana absolutamente infernal, pero los fieles a la causa no perdonan. Los fieles a los conciertos y los fieles a la causa.
Comencemos. El repertorio se basa en temas propios y en versiones de temas ajenos, algo que no debe sorprender al asiduo asistente a eventos musicales. Asimismo, abundan las interpretaciones de temas de cantautores o artistas desconocidos para el gran público, ni siquiera para el público entendido en artistas desconocidos, como yo. Me precio de ser un gourmand de la música, pero ayer me di cuenta de mi ignorancia en un segmento de la canción de autor que se me escapa. El cantante libertario. Guitarra y voz. Wallace toca y hace coros y Juanito Piquete canta. E interpreta. Es importante. Interpreta las canciones, porque se las cree. No las canta y ya está, las está interpretando, porque se cree lo que está cantando. Canciones a la huelga, a la lucha, a los trabajadores, contra el sistema, de recuerdo a gente que está pasando malos ratos, canciones de la calle, canciones para tiempos en los que hay que autoorganizarse, no hay que dejarse vencer por el conformismo, en definitiva, un concierto de canciones en las que se demanda que el público sienta tanto como el propio cantante. Juanito Piquete en algunas canciones se levanta del asiento porque no se aguanta sentado y termina con vehemencia algunos versos.
Jaime Gil de Biedma, Chicho Sánchez Ferlosio, y otra serie de poetas o cantautores, como digo, ven sus versos hechos canción en este concierto. Hay canciones más bonitas que otras, y me doy cuenta de que, prácticamente, no conozco ninguna. Hay una que ya he escuchado en otros recitales, la del jornalero, la de nuestros hijos nacerán con el puño levantado.
Me he tomado un chocolate con churros hace menos de una hora como aquel que dice, pero me tomo una cervecita testimonial. A la que sigue otra cervecita. Creo que me tomo una tercera. No lo creo, me la tomo. Voy a acabar con el estómago hecho polvo. Pero tengo que quedarme hasta el final si quiero enterarme de todo. Hay una versión de los Dead Kennedys que tampoco conozco. Juanito Piquete se despide anunciando un trabajo en solitario que interpretará cuando tenga el dedo bien, porque lo tiene vendado ahora.
Entre canción y canción, hay una presentación, la exposición de un tema, esta canción es de tal, lo tenéis que conocer, estuvo en nosedonde, hizo tal cosa, esta canción habla de tal, es tiempo en que nos tenemos que... podríamos hacer... es necesario que... vamos a... tal día en tal sitio hay un... esta canción está escrita hace tantos años y suena actual. Es un concierto libertario, pero en ocasiones, pocas ocasiones pero que se te graban como una puta mierda en la cabeza y no puedes evitar hacer la broma porque la bola negra es gorda pero más gorda es la hijoputez, cuando las canciones hablan de problemas de vida, de asuntos de angustia vital, de la calle, de la ciudad, de esas cosas que... uno tiene la impresión de estar escuchando a Ramoncín. Y sé que este último comentario me lo podría callar y meterme la lengua en el tal, pero llega un momento en el que da lo mismo un poco todo ¿no?
Los niños bailan frente a los cantantes que llaman a la revolución. Cantamos con media voz, sin gritar mucho, sin que se note que nos sabemos la letra pero no queremos quedar por encima del cantante, y hemos asistido de nuevo a un baño de autoconfianza.
Todavía hay quien canta estas canciones y se las cree. Y las canta sin parecer aburrido, viejo, pesado. Las canta creyéndoselas y, aunque uno esté ya a un nivel de reformismo vomitivo, las agradece. Aunque por fuera se ría. El payaso llora por dentro.
Al salir, el circuito habitual y mañana será otro día.

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