jueves, 21 de enero de 2016

En la MIR. Drama (o comedia) intergaláctico/a #2

Las personas no tenemos porqué ser buenas. Yo no soy buena persona. Yo le deseo el mal a la gente. Que le vaya mal. Que no tengan éxito en sus empresas. Que se hundan. Que les pasen cosas malas. No a todo el mundo. Si fuera así con todo el mundo sería un auténtico cabrón, un... no sé. Pero sí que es cierto que no aspiro a ser bueno con todo el mundo. No sé para qué estoy contando esto. Bueno, tiene que ver con lo que pasó con Chovanek. En la MIR, una vez que se fueron los rusos y el japonés, nos quedamos los recién llegados y empezamos a hacer nuestras cosas. Yo, pues bueno, no voy a engañar a nadie si digo que mis tareas en la base espacial eran más bien de acompañamiento, de estar ahí, de ayudar y crear un poco de buen rollo. Sí. Todavía no me había convertido en aquellos años en ese cáncer para los grupos humanos que soy ahora. Entonces yo era una persona risueña y feliz, un amigo instantáneo, pegamento entre los seres humanos, hacía reir, creaba grupo, etc. Esas cosas. No tenía mucha idea de astrofísica, ni de ingeniería aeroespacial... pero llevándolo al extremo, es que podía decirse que no sabía ni coger un alicate.
Así que estaba por allí, le daba conversa al italiano, le gastaba bromas a la alemana, yo que sé. El italiano y la rusa enseguida, como ya dije, se llevaron bien. Tan bien que a veces se dejaban llevar gravitoriamente a rincones escondidos de la nave para pelar la pava. Bueno. Nada que reprochar. No voy a poner nombres de gente en esta historia. Y no por preservar intimidades ni nada, simplemente que no me da la gana de que haya quien piense 'mira, ha puesto este nombre por esto'. Paso. Chovanek por su parte estaba en su parra. No hablaba casi con nadie y lo único que hacía era emitir gruñidos en checo y en alemán protestando porque no había traído suficientes medicinas contra el constipado. Yo, que no tenía muy claro si en el espacio te podías constipar o no, no me atreví a preguntarle tampoco a nadie sobre el tema. Pero bueno. Si lo decía, alguna razón tendría.
Un día, Chóvanek apareció muy contento. Empezó a hablar en inglés, un inglés un poco flojo, pero algo era algo y sin cortarse un pelo, parecía que le hacía ojitos a la rusa. Fue un día solo, pero muy significativo. Durante todo un día, Chovanek estuvo simpático, gracioso, echándonos una mano con lo que hiciera falta. Nada que ver con el tipo huraño y malcarado de la formación y los primeros días en la base. ¿Qué le pasó? Todavía no logro entender, a día de hoy, a qué se debió aquel cambio de carácter en Chovanek. Pero al que no le hizo ni puta gracia fue al italiano.
Llegó el día en el que uno de nosotros tenía que salir fuera para hacer tareas de mantenimiento de la base. El italiano era el primer elegido. Como ingeniero aeroespacial que era, tenía ciertas tareas encomendadas y allí que fue. Era buen tío el italiano. Ahora no recuerdo de qué parte de Italia era, pero era buen tío. Se va olvidando uno de las cosas y acaba hablando de vaguedades. No sé porqué les estoy contando esta historia.
El caso es que salió fuera y llevó a cabo las tareas que tenía que hacer. Nosotros le veíamos desde unas pantallas y también a veces desde los ventanucos de la base. Cuando acabó y volvió a entrar, se quitó el traje, se higienizó y toda la historia. Se fue a su habitáculo salió y vino hacia mí. Acercó su cabeza a la mía y dijo... 'ahí fuera he pensado... nada, mejor no... nada.'.
A él también se le había ocurrido. Es que somos así.

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