viernes, 27 de noviembre de 2015

Recuerdo y homenaje a Lluís Hernàndez. Lluís está vivo.

Lluís Hernàndez ya está muerto y los homenajes son para la foto. Esto me lo dice una amiga antes de ir al acto de recuerdo y homenaje a Lluís Hernàndez, el primer alcalde de Santa Coloma tras la ‘recuperación’ de la democracia. Es un acto organizado por Fòrum Grama, con el que han colaborado el Ajuntament, el CEP, la Favgram, Casal del Mestre e ICV, en el Auditori de la Biblioteca de Singuerlin. Los que teníamos pensado llegar a las siete en punto porque no teníamos ganas de alternar, si es que alguien quiere alternar con uno, nos quedamos de pie. Me quedo de pie al final de una sala que está llena.
La sala está llena de abrazos, de gente que se reencuentra, que se reúne, que se vuelve a ver. Todo esto no es mío, es parte del breve cierre que hace Alexandra Sevilla, en el que constata que allí nos hemos dado cita gente diversa. Muy diversa. Gente que estuvo a favor y que estuvo muy a favor y gente que en su tiempo se las tuvo tiesas con Lluís Hernàndez. Pero allí estábamos, todos, reconociendo el papel de una persona que es fundamental para entender Santa Coloma. Lo que fue, lo que pudo ser y lo que debería ser. Mucha gente. Hay gente que incluso va para que le vean que han ido, que han estado, que no han faltado, pero que no se puede quedar. Se tenía que estar, fuera la circunstancia que fuera, porque seamos del equipo que seamos, todos somos lo que somos, de una manera o de otra, un poco o mucho, por Lluís y por muchos que estaban en esa sala que eran Lluís, que no llegaron a ser Lluís o a los que la vida, la política, la historia, los llevó por otro sitio.
Es un acto de reconocimiento y homenaje. Al político, al capellán y al hombre. En tres bloques conducidos por el bueno de Andreu Banús, iban apareciendo personas que introducían el bloque, que leían un poema y después a ambos lados de la sala, en micrófonos de pie, personas que habían trabajado con él, que habían compartido algo con él, intervenían. De manera concisa. Iba a hacer un comentario sobre lo que significa ser conciso: conciso no significa repetir tú lo que ya han dicho otros. Pero me lo ahorro. Todo el mundo estuvo muy bien. Saldrán personas que le han conocido y le han querido, creo que dijo la Dordella. A la persona que tenía a mi lado le dije, ‘no nos vamos a ir de aquí ni a las tres de la mañana’. Suena Raimón.
Imagino ahora un acto de homenaje a Lluís Hernàndez, eterno. Un acto, en un recinto adecuado específicamente para ello, en el que la gente cuente cómo era, qué hizo, lo que le costó, todo lo que le costó, no sólo los grandes éxitos y las grandes hazañas, no. Todo. Eterno. Un espacio que vaya más allá de ponerle un nombre a un Instituto (iniciativa que me consta que ya pasa por la cabeza de alguien), una calle, una plaza. Un espacio para el recuerdo constante, en el que la gente no deje de contar cómo era, cómo éramos, lo que le costó, lo que disfrutó de la vida, y lo que sufrió también. Alguien a mi lado me dice que todo va a quedar bien atado, que se va a presentar a un Lluís suave. No dice suave, lo de suave lo digo yo. ‘Si yo cogiera el micrófono…’. Supongo que acabaríamos diciendo lo que dice todo el mundo, que era un ejemplo, que por él muchos empezaron a implicarse, que a todos se nos llenaba la boca diciendo que éramos de Santa Coloma nada más que por tener un alcalde como Lluís, cura y comunista.
Abrazos, sonrisas, silencios, palmas, aplausos, gente que le recuerda de las Oliveras, gente que lee poemas con los que desconecto, porque los poemas largos me hacen pensar en mis cosas. De la Vega lee un poema que no es muy largo y que está muy bien. Dónde está todo aquello. Como decía Eskorbuto ‘¿es acaso esta puta mierda en la cual vivimos?’. Quizás. Hay mucha gente que podría haber hablado y que no habla. Otros que hablan y lo hacen muy bien. Otros y otras que tenían preparado un discurso y que acaban diciendo otra cosa, más sentida y menos formal. Un acto de recuerdo y homenaje a Lluís Hernàndez. A la salida, otro alguien me dice que si Lluís Hernàndez hubiera ido al acto de homenaje a Lluís Hernàndez, se hubiera levantado a la media hora o menos y hubiera dicho ‘os espero en el bar’.
La gente le recuerda en Ecuador, en las Oliveras recibiendo la paliza famosa, subiendo a los autobuses, luchando y parando desahucios… hay uno, un técnico que sale al final, un tal Fernández creo, que dice que no sólo era todo eso que han dicho todos. Es que además era muy buen gestor y que hizo muchas cosas tangibles en Santa Coloma más allá de crear el mito del cura rojo, del comunista de las Oliveras, que hizo y fomentó muchas de las cosas que han hecho funcionar Santa Coloma. Cosas que cuando las contaba dejaban a la gente un poco sorprendida… cómo que Lluís… habían ido a escuchar los grandes éxitos de la épica luchadora y se encontraban con alguien que alababa que Lluís hubiera creado Grameimpuls, o que fuera la ciudad que recaudaba los impuestos con más celeridad porque había creado el sentimiento de que pagar impuestos contribuía al progreso de la ciudad. Casi nada.
Mucha gente y mucha emoción. Gente mayor que no aguanta el acto tan largo y se va yendo y en el pasillo, las parejas se dicen espera que me pongo la chaqueta mientras que escucho esto, se lo dicen en voz alta y la gente pide silencio porque están leyendo un poema o Albert Fabà está cantando. ¿Cuánta gente conocía a Lluís? Vengo unos minutos, nada, un cuarto de hora y me voy. Mi madre conocía a Lluís y… Mis padres no tenían relación con Lluís. Mi padre, quizás, por Els Coloristes. Para que haya otro como Lluís Hernàndez i Alcàcer, tiene que volver a nacer. Lo dice el Sevilla, el chófer, el conductor de Lluís. Uno de los pocos que se sale de la formalidad y abre la puerta al otro Lluís. Un Lluís que no iba a aparecer en este acto. Que aparece en las conversaciones, en los comentarios, en ese personaje que es tan mítico y tan querido, casualmente, como el otro. No era un santo y no lo quiso ser, dice alguien de los que habla. Habla mucha gente y debería haber hablado aún más gente.
Un acto de recuerdo y homenaje a Lluís Hernàndez. Ha hablado la alcaldesa, regidoras, regidores antiguos, activistas, compañeros, hermanos, amigos… debería haber hablado más gente. Han venido políticos de fuera de Santa Coloma. Los de ICV, el Nuet. No sé qué más puedo decir, porque no quiero dejar de escribir sobre este acto. Es así. Como si dejando de escribir esto, algo pasara. Una sensación extraña. Ha hablado también la Rosario, habla muy bien. Desde el sitio en el que estoy voy saludando a la gente, casi no me molesta nada lo mío, pero al final me tengo que sentar en el suelo. Ha hablado también el Pitarque. No sé si lo he dicho ya. ¿Cuándo podemos coincidir así todos juntos otra vez? En alguna verbena de Sant Joan, quizás.
Al final del acto sale el Sayrach. Durante todo el acto ha habido niños llorando, chillando, cruzándose por el escenario. A algún patán le parecería que eso es abominable, pero estamos en Santa Coloma, y en Santa Coloma estamos vivos. Y esto pasa. Las nietas ya están intranquilas, no aguantan más, sale el Orfeó Tanit y cantan un par de canciones. La última parece que la hayan cortado. Nos vamos. Se acabó.
Más besos, más abrazos, más emoción. Yo haría otro acto la semana que viene. Se quedó mucha gente sin hablar. Y los que hablaron podrían repetir exactamente lo mismo y aunque con la Creuhet pusiéramos caras en el pasillo, no pasaría nada. Que siga.

Felicidades a los organizadores y no recuerdo quién lo dijo pero Lluís está vivo, porque está viva su herencia.

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