lunes, 14 de septiembre de 2015

Mi Tita Josefa y el lozanismo


'¿Quién hay ahí? Pues dile a tu padre que venga'. Y cuelga. '¿Quién eres? Pues dile a mi Benicia que tengo una cubeta de chumbos y que vengáis a por ellos'. Y cuelga. 'Que le digas a mi Isabel que si va a venir a buscarme para la peluquería o no'. Y cuelga. Esto era por teléfono. Intervenciones rápidas, enérgicas, dejando claro qué era lo importante, sin aditamentos, sin accesorios. Esto es esto y todo lo demás estará muy bien y quedará mejor, pero no es lo mío. Esa era mi tita Josefa. La llamábamos la tita velocidades porque era así. Por teléfono. Y en directo. Venía a casa, llamaba a la puerta, entraba, buscaba a su hermana, mi abuela Benicia y le decía lo que le tenía que decir, nos daba dos besos (de esos dos besos que son quinientos besos en un beso) y se iba. Eso era cuando no nos había visto. Si ya nos había visto, pasaba como un torbellino por la casa, veía a su Benicia, le decíamos que se sentara un rato, ella que no, que se tenía que ir que tenía que poner la comida que venía Valentín que se había ido con los perros o algo y se tenía que ir, ay madre mía, con el dolor que tengo que no me deja resollar. Y se iba, como una escopeta. Rabiando siempre. Si eras el encargado de ir a por algo a su casa en el Barrio Colorado (barrio colorao), la visita era más o menos igual de rápida. Quizás porque yo era más hurón. Con mi hermano en cambio, más dicharachero y más familiar, siempre se llevó muy bien, porque mi hermano le preguntaba, tita cómo estás, y ella, aunque no explicara nada porque siempre llevaba prisa, o estaba haciendo algo, o iba a hacer algo, o porque eso de hablar y explicar y dar charleta no iba con los de esta rama... pero lo agradecía.
Mi tita Josefa se ha ido. Era mi tía abuela llevaba unos cuantos años que estaba que no era ella. El espíritu Lozano, el lozanismo, pierde a la última de las representantes de una serie de hermanas de armas tomar. Gente buena como un pan. La tita Cándida, la tita Josefa, mi abuela Benicia... pero buenos sin aspavientos. Buena gente, servicial hasta el extremo, pero sin zalamerías, sin tonterías. Todo, pero sin rollo. Lo que hiciera falta, a la hora que hiciera falta, cuando haga falta. Pero nada más. La tita Cándida, que no veía, era un amor. Mi abuela Benicia, sentada en una silla, haciendo ganchillo, 'haciendo el tonto'. Viendo la tele sin verla, escuchando música sin escucharla, pendiente de todo sin que te dieras cuenta. Con la boca apretada. La boca fina apretada de las Lozano. Mi abuela Benicia y mi tita Josefa, encuentros cósmicos que duraban nada, cinco minutos, en los cuales se ponían al día de una manera rápida, visual, con cuatro o cinco 'calla, cuche usté, mira'. Ya está todo dicho. Rabiando que me voy. Una vida dedicada al curro, al curro duro de la casa, al curro de estar en casa, en su casa, haciendo las cosas de su casa, sin mucho más en lo que pensar. Los hijos, los nietos, etc., efectivamente. La casa. Sus cosas. Subir a ver a la Virgen en Agosto, la peluquería, que vamos tarde, que son ya las cinco y vamos tarde, que si váis a venir a recogerme o le digo a mi Lorenzo. Y cuelga. Así era, efectiva. Rápida. Velocidad. Mi abuela ni siquiera llamaba por teléfono, tenía suficiente con decirte que fueras y perdías el culo, ibas. Servicial hasta el extremo, pero... ojo. No enfurezcas nunca a una Lozano. Jamás. Jamás de los jamases te pongas de culo con una Lozano. El lozanismo no entiende de cercanos o próximos. Los Lozano, las lozano, con un bufido han exterminado imperios enteros. Un buen bufido de una Lozano, llega hasta el mismo tuétano. Una mirada, una contestación, que va subiendo y que va llevándote a dónde te tienen que llevar porque no hay manera humana de ir a la contra. Lo que quieras, pero a favor. Mi hermano sabe. Yo soy más frontal. Pero no se puede vivir sin ellas.
La Tita Josefa se ha ido, ya no queda ninguna de esa rama. Pero la lucha sigue. Mi madre, mi prima Aurora, mi prima Elena, mi tita Antoñita. No por este orden. Mi hermano es un poco así también. Lozanistas. Tengan siempre a una cerca. Y que mi tita Josefa descanse. Tan tranquilica se ha quedao, que diría mi abuela.

La foto es de mi madre, a la que mantendremos de incógnito. 

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