jueves, 29 de enero de 2015

Tolerancia y respeto

Todo ha sido muy extraño porque habíamos hecho un llamamiento para que nos enviasen relatos ya que estábamos preparando una compilación dedicada a... y sólo dos días después nos aparece este texto en el buzón... yo que sé. Es un relato enviado por carta a cargo de un tal Jovanko Arapovic y el se titula 'Tolerancia y respeto'. No tenemos más referencias.
'Mi muy queridísima amiga Franka Grabovica me habló de ella varias veces mientras tomábamos café en el Teatro y la verdad es que quedé muy impresionado con sus comentarios. Me dijo que se trataba de una artista que había nacido en nuestra ciudad y que había triunfado desde muy joven en los escenarios más respetados de Europa, dando el salto también a América, donde un rico magnate petrolero del Brasil se había encaprichado de ella y le había llegado a proponer matrimonio. Comentaba Franka que su padre había sido un famoso profesor de música del Conservatorio Nacional y que ella había aprendido mucho tanto de él como del ambiente que allí había vivido. La verdad es que me quedé muy sorprendido con todo lo que me contaba, ya que yo he vivido toda la vida en esta ciudad y jamás había oído hablar ni de ella ni de su tan afamado padre. Ni siquiera sabía que tuviéramos un Conservatorio. Y menos Nacional.
Sin embargo, Franka no dejaba de hablar de ella y me di cuenta de que en mi círculo, prácticamente me había quedado solo en la ignorancia. No sabía quién era. Daniela Stremovica. Ni idea. Comenzamos a ver carteles anunciando su actuación un mes antes de que esta tuviera lugar. Se anunciaba un recital de violoncelo a cargo de la muy famosa y distinguida hija de la ciudad Daniela Stremovica y se rogaba reservar las entradas con antelación, ya que el aforo era muy limitado (presumían que las 600 butacas del Teatro Mostovoi iban a agotarse) y no habría una segunda actuación en la ciudad por problemas de agenda.
A medida que iba llegando el día de la actuación, Daniela Stremovica se convertía en el centro de todas las conversaciones. Que si era, que si dijo, que si yo un día la vi, que si era compañera del instituto de tal, que si una vez... pues a mi me parece... Fuera como fuera, servidor no había coincidido nunca con ella, ni aquí ni allí, ni dentro ni fuera, de ninguna manera. Estaba ciertamente escamado y tenía unas ganas locas de saber quién era.
Llegó el día de la actuación y con nuestras entradas en la mano nos dirigimos al teatro. Estaba expectante. Franka me vino a recoger y llegamos juntos al teatro. Estaba todo el mundo. Era cierto, habían agotado las entradas. Nos sentamos en uno de los mejores palcos y cuando todo el mundo estaba ya preparado, se apagaron las luces, dejando un foco de luz en el centro apuntando al escenario. Apareció Daniela Stremovica.
Ciertamente no me sonaba de nada. No lograba reconocerla. Ella saludaba a propios y extraños, reconociendo, incluso en la oscuridad, caras conocidas. Incluso miró a nuestro palco y saludó a Franka. Se sentó en una butaca, le trajeron el violoncelo y empezó a tocar.
El horror.
Espanto.
Terrible.
Es posible que lo que sonó aquel día, en aquel momento, pueda catalogarse como música atonal, experimental, concepto sonoro, llámenlo culo si quieren. Pero era un espanto. Yo creo, sinceramente, que tocaba mal. Que no sabía tocar. Yo no sé tocar. Ella tampoco. Incluso se le cayó el arco un par de veces. Por favor.
Acabó la actuación y todo el mundo aplaudió. Yo también.
Al salir del teatro la gente hablaba de ella enfervorizada, salió a saludar a sus admiradores. Franka me dijo que la acompañara. Cuando la tuve delante, nada. Que no me sonaba de nada. Era muy guapa. Me preguntó, con una voz muy dulce que me impresionó, si me había gustado. Le dije que 'muchísimo'. Me preguntó si había estudiado en el Colegio Gomelski y le dije que sí. 'De eso nos conocemos entonces'. Le dije que era cierto, de allí debía de ser.
No entiendo nada.'

3 comentarios:

  1. Pues como lo del traje nuevo del emperador! A ver quién es el guapo que le lleva la contraria a todo el mundo!

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  2. Lo experimental no es para pasar un buen rato entonando melodías pegadizas, no, eso no. Y además, si era guapa, hizo bien en decirle lo mucho que le había gustado el show.

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  3. Yo no sé para qué le dijo que sí. Al final es peor, porque se queda atado al Colegio Gomelski y total no resuelve nada, sino que sigue sin sonarle.

    Feliz tarde, monsieur

    Bisous

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