jueves, 4 de diciembre de 2014

Escritorzuelo

Llevamos una racha muy mala de textos. Eso lo sé yo también, no hace falta que me lo digan. A ver si remontamos con algo de lo que tenemos por aquí. De momento les hacemos llegar esta 'Historia comentada de las hazañas y desdichas de Aloysious de Factis, contadas por él mismo', que nos ha remitido un amigo que tenemos viviendo en Budapest y que siempre tiene algún detalle con nosotros, en este caso un relato acerca de un personaje, creemos que real, que vivió alrededor del siglo XII o XIII.
'Entonces fue cuando me decidí a ser escritor. Había intentado ser ya porquero, soldado, maestro, tonelero, marinero, jornalero, carnicero... y de todos los oficios había salido escaldado por una cosa o por otra. Quizás porque ninguno de esos oficios era el mío. Animado por lo que la gente con la que me encontraba me iba diciendo, decidí que, si tanta gracia tenía contando cosas, porqué no animarme a plasmarlas en un volumen como los que encontré en algunos monasterios. Decidí pues no darle más vueltas e ingresar yo mismo en uno de esos monasterior, en concreto en el de San Alberto de Tilozgsed, para comenzar mi etapa de ilustración y aprendizaje mismo en la escritura. Pasé varios meses sin poder acercarme a los libros y a la sala de escritura, hasta que el abad me permitió comenzar con mi trabajo. Me comportaba como un bendito, siendo riguroso en todos los preceptos de la Orden a la que pertenecía, aunque he olvidado su nombre y cumpliendo con todas las órdenes y trabajos que se me encomendaban. El abad y el encargado de la sala de escritura me dijeron que tenía que copiar un libro sobre una serie de prácticas para el cultivo de las tierras que habían sido estudiadas durante siglos por... pero yo, a mi vez, en los ratos muertos, aprovechaba para escribir mi propio libro, con mi propia historia.
Estuve con este trabajo enfrascado durante varios años. No sé recordar cuántos. Mi fe religiosa no aumentó ni disminuyó en ese tiempo, ya que no existía, pero mi pasión por el trabajo que realizaba era grande. Mi libro avanzaba cautelosamente, ya que empleaba tiempo y gusto en ilustraciones, tipografías, alegorías, trazos recreándome el tiempo necesario en que mi trabajo real, el mío, fuese absolutamente insuperable. Al libro sobre el cultivo siguió otro sobre una maquinaria antigua de los griegos, otro sobre la virtudes del celibato, otro más sobre las alabanzas a Santo Domingo (ahora recuerdo, Santo Domingo tenía que ver algo con la orden a la que yo pertenecí), y uno incluso que dudé en aceptar ya que trataba sobre prácticas amorosas que servidor de ustedes no entendía, pero que copié igualmente.
Al cabo de quince años, mi trabajo estaba concluido. Mi libro, 'Las andanzas de Aloysious de Factis por el mundo que conocemos', terminado. Mi satisfacción era tan grande... Decidí presentar el libro al nuevo abad, afable e interesado por la cultura, que enseguida se interesó por mi trabajo, tanto el público como por el oculto, ya que pasado un tiempo, no me ocultaba ya en mi verdadera labor. Así, llevé mi volumen a que lo revisara el abad, recuerdo que se llamaba Fray Montserrat y que me pidió quedárselo durante unos días para leerlo con calma.
Pasados tres días, Fray Montserrat me llamó a su cuarto. Sin mediar palabra y nada más entrar, me mostró mi libro, lo acercó a la vela que tenía encima de la mesa y empezó a darle fuego. 'Esta es una obra tan mediocre, realizada con tan poca gracia, con un ansia tal de buscar el aplauso y la fama, que no merece la pena ser mostrada ni leída nunca más por nadie más'. No moví un dedo. En quince años me había dado tiempo a hacer otra copia más. A la mañana siguiente estaba fuera del monasterio y encaminándome hacia la ciudad universitaria de...'.
Aquí se corta el relato. Lástima.

2 comentarios:

  1. Ay sí, lástima, monsieur! Sería delicioso que continuaran las andanzas de este fraile tan simpático. Cómo me alegro de que haya logrado conservar una copia de su obra. Espero que no se le caiga a un charco ni le pase nada.

    Feliz tarde, monsieur

    Bisous

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  2. Aupa Tolya!
    Oiga, y sin dejar de escribir, ¿ha pensado en la posibilidad de contar chistes y bromas en un teatro-bar?

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