domingo, 7 de diciembre de 2014

Escritorzuelo II (y final)

No nos suele pasar pero por aclamación popular nos hemos visto obligados a solicitar a nuestro proveedor de textos de Budapest que nos hiciera llegar como fuera la continuación del texto sobre la 'Historia comentada de las hazañas y desdichas de Aloysious de Factis, contadas por el mismo'. Y, cosas que pasan, resulta que buscando, buscando, ha sido facilísimo encontrar un ejemplar de esta segunda parte en una biblioteca cercana. Nunca se sabe.
'Llegué entonces a París, dado que París era la ciudad de la que todo el mundo hablaba. Había universidades en otros lugares de Europa, muchas de ellas me quedaban más cerca que la ciudad francesa, pero yo no me arredré y pensé que si había que triunfar en algún sitio, ese debía ser París. Allí se encontraría la gente que podría realmente valorar mi obra. El trayecto hasta la ciudad francesa quizás debiera contarlo en otro capítulo, que es lo que haré, porque lo que aquí interesa es lo que me sucedió en la Universidad de aquella urbe. Qué decepción. Lo que yo pensaba que iba a ser un templo del saber, no era más que una cuadra donde jovenzuelos irrespetuosos, viejos verdes y depravados de toda índole se daban cita bajo el pretexto del estudio y el saber, desfogándose y cometiendo las más tremendas tropelías y excentricidades. Yo, ya persona madura y de vuelta de casi todo, fui blanco sin embargo de las burlas y las chanzas de muchos de aquellos estudiantes, que más parecían asemejarse a bandas de forajidos que a amantes del saber. Sin embargo, con un poco de dinero que conseguí juntar de, ay, vender alguna reliquia requisada del convento al escapar, me matriculé en alguna clase, en la clase de literatura antigua, precisamente. El profesor era un viejecito venerabilísimo, llamado Orentius Paulonicus, que hablaba en voz muy bajita y obligaba a los vándalos de sus alumnos a permanecer en un silencio sepulcral si no querían perderse sus enseñanzas. Yo llegué a la Universidad con mi libro pegado bajo el cuerpo. Nadie, repito, nadie, había visto mi libro más que yo y aquel bárbaro monje que me quemó un ejemplar. No tenía más copias y cuidaba de ese volumen como si fuera mi propia vida.
El primer día de clase, Orentius Paulonicus comenzó a hablarnos de una obra, llamada 'El largo viaje de Xien Tong', escrita en China en el siglo III después de Cristo y que nos había llegado gracias a una traducción del persa. Orentius decía que ese libro encerraba enseñanzas muy valiosas sobre la superación de las adversidades, el amor a la literatura y cómo una persona sin aparente instrucción podía conseguir el reconocimiento de los más sabios. Abrió el libro por una página cualquiera y leyó 'en aquel momento, mi maestro acercó el volumen que yo le había proporcionado para que lo leyera y valorara a una lumbre que había cerca y lo quemó. Suerte que yo guardaba un ejemplar para mí y casi inmediatamente salí del monasterio para dirigirme a...'. Comencé a sentirme algo mareado. Recogí mis cosas y salí de la Universidad de París para no volver jamás.'
Pena, de verdad, pena que no haya una tercera parte.

3 comentarios:

  1. Pero bueno, vaya mentiroso que era! Primero dice que no tenía más copias, y luego dice que guardaba un ejemplar para sí. Ambas cosas son incompatibles, así que ya no me resulta simpático y básicamente me da igual si se le cae o no al charco. No, hombre, no, no se puede contar esas trolas.

    Buenas noches, monsieur

    Bisous

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    1. madame, creo que en el primer relato el tal aloysious guardaba una copia...

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  2. Usted lo ha dicho, proveedor de textos, proveedor de ilustraciones... Que mos den algo gratis. Esa es la idea que tiene la gente. Dicen: "Si lo hacen por gusto...".

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