miércoles, 17 de septiembre de 2014

Universo para lelo

No salía a la calle con esta sensación de libertad de acción desde hacía años. Podía hacer lo que quisiera. Ergaster me había comunicado que, finalmente, todo me había sido perdonado y que volvía a ser dueño de mis actos. Bajé las escaleras corriendo, casi sin haberme acabado de vestir y abrí la puerta de la calle tan impetuosamente que casi tiro al matrimonio Mayerhoff, que volvía de su habitual paseo vespertino. Me miraron y saludaron muy despacio, demasiado despacio, yo iba muy deprisa y pensé que debía quizás frenar un poco mi ímpetu. Ir más despacio. Tanto tiempo encerrado, quizás me había hecho perder algo la sincronía con el resto de los humanos. Ergaster no me había dicho nada al respecto. Ergaster hablaba muy poco, la verdad. De vez en cuando, me convocaba en su habitación y, sentado en la cama, fumándose un pitillo ruinoso, me daba alguna indicación sin tan siquiera mirarme a la cara. El día que me obligó a recluirme me dijo 'no salgas más de esta casa hasta que no te lo diga'. El día que me permitió volver a salir me dijo 'sal y que te de un poco el aire'. Nada más. Ergaster llegó a mi casa acompañando a mi hermana como cinco años atrás. Mi hermana murió y Ergaster se quedó allí conmigo. Me parece bien que haya alguien en casa y que controle un poco la situación y que sepa qué tengo que hacer, aunque hable tan poco. Algo es algo.
Intentaba ir más despacio. Caminar algo más lento, exagerando los pasos, marcando mucho el ademán. Quería ir a la taberna del Club de Amigos de la Colonia Estudiantil. Era el sitio más animado de la ciudad y quería pasármelo bien después de tanto tiempo encerrado. Como iba tan despacio podía oler el perfume de las mujeres que se me cruzaban. Iba tan lento, que a veces me quedaba parado para poder perseguir durante un rato ese olor. También los hombres olían bien. Algunos muy bien. Me dí cuenta de que estaba parado y ya no caminaba. De tan lento como quería ir no podía caminar. Estaba claro que no controlaba totalmente mis movimientos y pensé por un momento en volver a casa para consultar con Ergaster qué hacer. Sin embargo, un olor determinado que no supe identificar con una persona completa, me hizo girarme e intentar perseguir la fragancia hasta donde me llevara. No conseguí nada concreto, pero conseguí perderme por las calles de la ciudad y liberarme algo de lo que me perseguía. En un espejo me miré y a mi lado estaba Ergaster, sentado en su cama y con la cabeza baja. Me pareció raro, claro. Pero ahí estaba Ergaster. Irguió algo la cabeza y dijo 'te has perdido'. No dijo nada más.
Entré en una taberna que no conocía, que jamás había visitado, y sin embargo los lugareños me saludaban y el camarero me llamó por mi nombre. 'Antonio, tienes cara de cansado'. Pedí una cerveza, me senté en una de las mesas y volví a mirarme en el espejo. Mi cara había cambiado y me parecía mucho a Ergaster. Cuando me apuré la cerveza, miré el móvil y tenía un mensaje de un número que no conocía que me decía algo que tampoco entendí. Me dije 'no vuelvas a casa', y así estamos.

1 comentario:

  1. Creo que hizo bien, monsieur. Yo sería incapaz de convivir tanto tiempo con alguien llamado Ergaster, y, desde luego, no me fiaría de él.

    Feliz tarde

    Bisous

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