jueves, 24 de abril de 2014

Sonsolillo

De la serie 'Estampas de mi tierra', de Andrés Jesús Belaustegui Scherzmann, nos centramos en el relato llamado 'Sonsolillo, sonsolillo'. No entendemos la reiteración, porque con una vez, bastaba.
'En el pueblo existía una abadía que no aportaba nada al resto del pueblo más que continuos rumores sobre lo que allí ocurriría, calentando la cabeza de los exaltados que conjeturábamos disputas, peleas, quizás amores secretos entre los religiosos, cualquier cosa. Pero nadie sabía ciertamente nada de lo que pasaba intramuros. Sólo una persona, Don Adelo Boronat, el dueño de la taberna y droguería del que ya hemos hablado antes, tenía acceso al recinto y de vez en cuando algo nos contaba.
Un día, Don Adelo vino traspuesto y nos contó que la cosa estaba ahí dentro al borde del estallido. 'Resulta lo siguiente. Yo voy cada quince días a la abadía y les llevo cosas que me piden. De comer y poco más. A principios de año uno de los monjes, un hombre callado y que no levantaba los ojos del suelo, fue el que me recibió. Es que, me dijo, fray Peribáñez no había podido ir a recibirme porque no se había acordado. Vaya. No acordarse de lo único que tenía que hacer. Cuando volví, ya no estaba ese monje, si no otro, que no era fray Peribáñez tampoco si no uno joven que, me dijo él mismo, había sido nombrado nuevo encargado. ¿Y fray Peribáñez? No sale ya de su celda. ¿Y aquel monje que me recibió, callado y...? '¿Fray Bermell?... ahora está muy ocupado, porque es el nuevo prior de la abadía. ¿El nuevo Prior?
Al parecer este fraile no habría mucho la boca, pero cuando lo hacía era para malmeter, sin malos modos, sin decir una palabra más alta que la otra, pero iba sembrando el pánico. Que si yo no digo nada pero... que si mira que aquel no lo hace mal pero yo... que si ese es muy bueno y muy santo pero cuando quiere... que si rezar mucho está muy bien y es muy sano pero no todo es rezar... que si algunos con que no rezan, ni dejan rezar ni rezan... que si le dije que fuera y luego no fue.... Hasta que todo el mundo se aburrió de hacer cosas, porque siempre estaba fray Peribáñez para sacarles una falta. Y se han cansado y han dicho que sea fray Peribáñez el que se haga cargo. Y fray Peribáñez no aparece. Y están todos que se muerden unos a otros.'
Pocos días después apareció un hombre en el pueblo. Muy callado. Las manos muy blancas. No levantaba los ojos del suelo. Buscaba una abadía en la que vivía su hermano, que le habían comunicado que se había muerto. Se alojó en una posada, la de la señora doña Teresa. El hombre aquel se quedó en el pueblo dos meses. Sin decir mucho. Y un día la señora Teresa, sin que nadie le preguntara dijo en el mercado que, bueno, que de todo se cansa uno.

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