martes, 4 de marzo de 2014

Villastanza de Llorera XXVIII (y fin)

Y llegamos al final de 'Espantosas escenas en la vida de Quirino Barrantes', escrita por Benito Repojo Ostiz. Este relato fue galardonado en el IIIVIII Premio de Narrativa que otorga la Fundación Caja de Ahorros de los Montes Floros, y del que hemos tenido conocimiento por que un cuñado nuestro trabaja por allí. Veamos el final cómo queda y el porqué, si no lo hemos tenido claro ya antes, del éxito de dicho relato.
'En la ciudad, una mujer baja del autobús. Le gusta coger el autobús para ir a trabajar. Aunque da mucha más vuelta por toda la ciudad, sabe que si lo coge con tiempo llega exactamente a la hora. Freda le había cogido cariño al viaje en autobús. También para volver. No tenía prisa entonces, porque nadie la esperaba. Quirino se había ido hacía mucho tiempo ya. ¿Cuánto hacía que se había ido? No tenía realmente constancia de las semanas. No sabía. El tiempo se le había traspapelado totalmente. El golpe había sido muy duro. Quirino se había ido. Su problema, las voces, aquellas voces, aquella otra vida que llevaba en la que él parecía ser otra persona... les había fastidiado la relación.
En el autobús, durante los primeros días, se limitaba a leer un libro en el viaje de ida, pero en el de vuelta se quedaba medio adormilada apoyando la cabeza junto a la ventana, cuando podía sentarse que era casi siempre. El autobús, su traqueteo, la mantenían medio dormida, medio despierta. La vida era cada vez más rutinaria. El trabajo la atraía cada vez menos. De vez en cuando, el recuerdo de Quirino hacía que sus nervios se crispasen. Un día, al coger el autobús camino de casa, se sentó como siempre al lado de la ventana y a su lado vino a sentarse una chica. Parecía muy poco más joven que ella. La chica parecía contenta. Llevaba unos pantalones holgados, iba poco y mal pintada, una especie de mochila al hombro, y el pelo teñido de rojo. Freda se disponía a entornar ya los ojos cuando la chica le dijo 'Ese sueñecito de después de trabajar, qué cosa más rica. La cabeza se nos va a mil sitios y nos sentimos tan bien...'. 'Si, si, así es', le contestó Freda. La chica, siempre con una sonrisa en la cara, no parecía dispuesta a callarse tan fácilmente. 'Ese estado en el que cerramos los ojos y de repente, en nuestra cabeza, empiezan a formarse imágenes. A veces, esas imágenes corresponden a algo con lo que estamos obsesionados, algo que nos preocupa. Otras veces, puede ser que en tu cabeza, mientras duermes, se forme un mundo nuevo. Yo, por ejemplo...- a Freda, la conversación de la chica le había despejado bastante. Ya estábamos de nuevo, otra vez alguien empezaba a hablarle de otros mundos, de otras voces. Otra vez. 'Yo, por ejemplo, me llamo Aurora, y cuando duermo, sueño que tengo muchas cosas que no tengo. Sueño que tengo un hijo, que mi madre todavía vive, que ambos viven juntos en mi pueblo, que todo es muy complicado, que mi hijo crece y mengua, que mi madre es medio bruja,... y últimamente, hay algo extraño, pero en estos sueños aparece un familiar. Un familiar que creo que debo confundir con alguna foto que me impresionara a mí cuando vivía en casa de mi madre. El caso es que sueño con ellos, con que hacen cosas muy fantásticas, que viajan en el tiempo, que hacen hechizos... yo que sé, cosas que a veces me asustan tanto que me despierto entre sueños como si fuera algo real, que realmente tuviera que resolver...'.
Y porqué me está explicando esto a mí, otra vez una loca con las voces...
'Y, ahora no sé por qué se lo estoy explicando -eso, eso,- pero algo en usted me dice que me entiende. Que tú me entiendes, no sé. Estoy contenta. Estoy contenta hoy porque, y ahora se va a sorprender, hoy no he soñado con ellos. Nada. No han aparecido. El caso es que el sueño era muy raro, pero no me ha dado miedo. En mi sueño estaba asomada a una ventana y veía cómo se formaba algo raro en el cielo, algo con muchas luces. Fíjese, que como yo me llamo Aurora...'.
'Aurora Boreal, dijo Freda. Y ella misma se asustó por lo que acababa de decir'.

Gracias por haber seguido la historia hasta aquí.

2 comentarios:

  1. Lo bueno de este relato premiado, es que, nadie se imagina lo que vaya a suceder en la entrega siguiente.

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  2. Ah, entonces había acertado! Se llamaba Aurora y se apellidaba Boreal! Y deja usted la puerta abierta a que los sueños regresen, por si le apetece una segunda parte.
    Monsieur, nunca había visto unos números romanos tan artísticos. Muy propios de usted, por otra parte.

    Enhorabuena por llevar a buen puerto el relato, monsieur, y feliz día.

    Bisous

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