martes, 26 de noviembre de 2013

Una prueba

Del escritor austriaco Stefan Grensl, reproducimos uno de sus últimos (y no muy afortunados) textos, titulado 'Una prueba', aparecido en la revista 'Danubianos'.
'"Adelante", dijo la mujer. Ferdinand Krassmayer entró en la sala y, tras servirse una copa de licor del aparador, se acomodó en uno de los butacones. Recorriendo con la mirada la decoración de aquella sala tan suntuosa, se fijó en que uno de los retratos colgados de la pared, guardaba un asombroso parecido con él mismo. Distraído intentando reconocer a la persona retratada, no vio cómo la figura de la Duquesa de Pirmorino, salía de entre unas cortinas que separaban esa sala de otra más pequeñita, desde la que podía espiar la actitud de los solicitantes al entrar. La Duquesa se situó junto a la chimenea y llamó la atención de Krassmayer, quién inmediatamente comenzó su exposición. Krassmayer hizo una enumeración de las virtudes de la dialéctica, de lo importante y beneficioso que era saber decir, discutir, contar, argumentar y exponer. Krassmayer intentó levantarse para dar un poco más de énfasis a su exposición, intentando situarse en el mismo plano que la Duquesa, que seguía de pie junto a la chimenea, pero ésta le dijo que no se levantase, que siguiese en su sitio y que dijera lo que tuviera que decir desde ahí. Krassmayer consideró aquella advertencia como la constatación de que había cometido un error y siguió hablando pero con la sensación de que ya había perdido, por lo que, sin más ni más y dándole lo mismo ocho que ochenta, realizó el resto de su exposición cantando. Se remontó atrás en el tiempo, desde los antiguos maestros atenienses, pasando por los roedores, perdón, oradores romanos, la sabiduría encerrada en los monasterios y la elocuencia de los profesores universitarios parisinos... todo ello enmarcado en una canción que había escuchado de un familiar que se había embarcado a las Antillas a bordo de un carguero holandés y había pasado tiempo en la isla de Cuba. El verbo florido de Krassmayer, la profusión de datos y anécdotas, pero sobre todo, el ritmo sabroso y caliente con el que éste adornaba su exposición, causaron una profunda y grata impresión en la Duquesa que le recordó... Cuando en el reloj sonaron las campanas que señalaban la llegada de las seis de la tarde, la Duquesa cortó en seco la exposición y canto de Krassmayer y le invitó a abandonar la sala, agradeciéndole su tiempo y le informó de que en breve recibiría una respuesta. Krassmayer se levantó del butacón y tuvo tiempo para mirar ni que fuera unos segundos el retrato. Sorprendentemente el retratado era él, no cabía duda, pero desconocía cómo y cuándo podrían haberle hecho a él un retrato semejante, con tanta fidelidad a su expresión sin haber sido él consciente...
Unos días después, el pobre Ferdinand Krassmayer yacía muerto en una calle vienesa, de una puñalada. Y tan sólo unas semanas después la Duquesa de Pirmorino se casaba con un desconocido empresario que había hecho fortuna en las Antillas y que guardaba un asombroso parecido con el propio Krasssmayer. Tres cuerpos más fueron encontrados sin vida en el Danubio y los tres presentaban las mismas trazas físicas. No superaron la prueba.'

1 comentario:

  1. Y supongo que los crímenes quedaron impunes a pesar de los esfuerzos de Grensi por sacarlos a la luz. ¿De modo que su texto no fue afortunado? De ahí que no detuvieran a la asesina, seguramente. Grensi debería haber aclarado qué se precisaba para superar la prueba. Nos deja en ascuas.

    Feliz día, monsieur

    Bisous

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