jueves, 28 de noviembre de 2013

Con sus propios ojos

El testimonio del profesor Zippermann nos ha dejado de piedra:
'Como todos ustedes saben, nunca he considerado de ninguna manera como ciertas o simplemente creíbles las teorías del Doctor Almayr respecto al concepto de su invención llamado 'mirada ovoide'. Como saben, durante mis años de enseñanza e investigación en la Universidad de Botita, he sido un fiero adversario de quien yo consideraba un trilero de la ciencia, un mentecato vestido de blanco y un embaucador de incautos. Pues bien, tengo que decir que estoy atravesando una grave crisis de conciencia, a raíz de la experiencia que les relato a continuación. Acabadas mis clases, me disponía a regresar a mi casa, a disfrutar de la compañía de mi esposa y una reunión de amigos que habíamos concertado para celebrar el aniversario de algo que no recuerdo cuando, con las prisas, me dí un señor golpetazo contra el marco de una puerta. Un tortazo de aúpa que me dejó atontado durante unos minutos. Sin embargo, pese a ser un hombre de ciencia, no quise darle mayor importancia a mi golpe y a sus consecuencias. Comencé a ver algo borroso, pero consideré que no sería más que algo pasajero, que ya se me iría. Bien. Monté en mi coche y no había avanzado más que unos kilómetros cuando, al empezar a coger velocidad el coche por la carretera que lleva a mi casa, la vista se me nubló de repente, perdí el control del automóvil y me estampé contra un murete que anunciaba un concierto de una banda de rock. El coche quedó hecho trizas y yo salvé la vida milagrosamente, aunque perdí un ojo. Como algunos de ustedes sabrán, estuve convaleciente durante unos meses y los doctores del Hospital Ben Furión pensaron en implantarme una técnica revolucionaria, en base a unos globos oculares encontrados en un fondo marino, pertenecientes a una especie de calamar (eso me dijeron), que a medida que va creciendo, va autoexpulsando sus ojos y los deposita en unos recipientes que los conservan de una manera absolutamente milagrosa, casi intactos. Como un kilómetro cero de los ojos. Con el consentimiento de mi familia, que parece mentira, pensaron en implantarme a modo de prueba uno de esos ojos. El primer intento no resultó, pero el segundo parece que se adaptó buenamente a mi cavidad ocular. En fin.
El caso es que desde que tengo este nuevo ojo, por el que veo de una manera más que aceptable, o al menos, de una manera igual a la que lo hacía con mi ojo auténtico o propio, he sentido que, progresivamente, algo ocurría en torno a mi vista. Sentía que podía... que podía dirigir, siempre que tuviera el ojo 'mío' tapado, la vista hacia un objeto y... moverlo. Ojo, nunca mejor dicho. Este objeto no es necesario que estuviera en mi presencia. Basta que yo sepa dónde se encuentra, en otra sala por ejemplo, para poder moverlo. No les diré más que este texto que están leyendo ha sido escrito estando yo en la taza del váter y el bolígrafo y el papel en la sala contigua, sin tenerlo yo en la mano. No hace falta que digan nada, que yo también estoy alucinando.'

2 comentarios:

  1. Pues fíjese que yo ya empecé a alucinar con la especie de calamares tan poco común, que hasta diseña, fabrica, compra o encuentra recipientes especiales para los ojos que van tirando por ahí. Porque además mire qué educados. Los ojos a la papelera, no al suelo marino.

    Pero mire, si puede mover el objeto sin verlo, entonces no lo mueve con los ojos, sino con la mente. Eso es otro fregado que tendrá que investigar.

    No me diga más, la banda de rock que se anunciaba en el murete eran el Tony, el Paco y el Christian.

    Feliz día, monsieur

    Bisous

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  2. Que buen texto ojo al dato. Yo quiero un ojo así. A mi me operaron de cataratas y no puedo hacer estos milagritos.
    Buen finde y cuide ese ojo:-)

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