lunes, 15 de abril de 2013

Grandes casos mal resueltos de la Historia (2)

¿Quién tiró al río Támesis a Florinda Doolittle? La misteriosa desaparición de Florinda Doolittle llevó al detective Charles Coolprett a llevar a cabo una investigación que le condujo a asegurar y demostrar que había sido Teresine Salisbury quién asesinó y tiró al río a quién hasta entonces había sido su compañera de vivienda. Sin embargo, no fue ella, sino que fue Aureliana Pancoamor, ama de llaves, sirvienta y mujer para todo de la casa, quien fue la culpable. ¿Cómo fue que el detective Coolprett equivocó su investigación y Aureliana Pancoamor vivió apaciblemente el resto de sus días como si aquí no hubiera pasado nada y Teresine Salisbury fue ahorcada sin remisión en un radiante día de la primavera de 1897?
Por los prejuicios, sin duda.
Charles Coolprette guardaba un irracional, un enfermizo asco a la clase de personas que representaban tanto miss Teresine como miss Florinda. Ambas eran una pareja de viudas que, tras la defunción del marido de la señora Doolittle, vivían juntas en una coqueta y estilosamente decorada casita en un especialísimo y recoleto barrio londinense. Ambas eran remilgadas, educadísimas, pasaban el día recibiendo a amigas y amigos con los que departían sobre la situación de la sociedad, el estado de la cuestión, cotilleos de la sociedad bienestante, asuntos de la vida cultural, nuevas iniciativas destinadas a la regeneración de la cada vez más, ay, denigrada vida de los trabajadores, y todo lo hacían entre almuerzo, comida, té, pastas, cenas frugales y casi sin salir de casa. Cuando se descubrió que un día miss Florinda había desaparecido y que su cuerpo apareció flotando en el Támesis cinco millas más abajo, la policía encargó la investigación a Charles Coolprette, que amén de haber sufrido un revés amoroso de tres pares por parte de una linda muchacha descendiente de los Chiffonsworth y un cierto interés por ideas que proclamaban el amor por los trabajadores y la emancipación de las masas, provenía de un barrio obrero también de Manchester y no simpatizaba con el estilo, la clase, los ademanes y la clase (si, otra vez) de la Doolittle y la Salisbury.
Sea como sea, su investigación consistió en una serie de interrogatorios a diversos amigos de la pareja, de los cuales, Coolprette fue extrayendo la conclusión de que, bajo esa capa espesa de buenos modales, vocabulario rebuscado, saber estar y té a las cinco, había una cierta inquina, irónica si se quiere, de los amigos y especialmente de la Salisbury -que a fin de cuentas estaba viviendo de prestado allí- hacia la pobre Señora Doolittle.
Cuando interrogó a la Salisbury, Coolprett había llegado a su límite tolerable de meñiques levantados, monóculos, orden, palabras medidas y buenas maneras, por lo que fue sonsacando de cabeza cada vez más con más agresividad a la pobre señorita Salisbury, soltera, de unos 67 años, natural de Alberta, en el Canadá, pero residente en Londres desde los 20 años, cuando se enamoró de un oficial del Ejército y estuvo a punto de dejar en muy mal lugar a su familia provocando un escándalo ya que el oficial estaba casado, pero al final nada.
Teresine Salisbury, a la pregunta '¿entonces usted la lanzó por el río no?', respondió que 'oh, señor, no pensará usted que puedo yo cargar un cuerpo durante los 450 metros que separan la casa del margen del río y lanzarla por el puente siendo una dama como yo...'. No necesitó más detalles, precisamente por haber dado demasiados detalles.
Al mismo tiempo, la criada española de las señoras, Aureliana Pancoamor española de Orense, iba sirviendo tés, pastas, limpiando el polvo a los muebles y colocando en su sitio las sillas por las que iban pasando los interrogados mientras mascullaba 'fillos de puta toudos'.
La casa fue vendida a los Spanglerson, unos americanos de Oklahoma que habían hecho fortuna con el petróleo y mantuvieron a Aureliana en el servicio hasta que falleció a los 87 años tras un viaje a ver a un familiar durante la travesía de vuelta.
En fin.

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