jueves, 13 de diciembre de 2012

Hoy aquí y mañana aquí


Posible comienzo de una posible historia novelada de mis últimos años y que podría llamarse 'Hoy aquí y mañana aquí'.

Empezaremos por algún sitio. Nos subiremos al tren ya en marcha. No tenemos tiempo que perder recordando el primer día. Recordemos algo mejor. Recordemos uno de los momentos gratificantes. Un momento bueno. No nos quedemos solo con lo malo, que de todo ha habido y no hay que quedarse simplemente con lo que ha sido negativo, intenta sacar conclusiones positivas de tu paso por aquí. No seas tan así. Intenta también extraer de todo esto algo que te sirva para el futuro. Que no haya sido en vano todo este tiempo. Piensa, piensa en algo que sea agradable, en la gente que hayas conocido, en las personas que te han aportado algo durante todos estos años. Piensa en algo agradable. Algo caliente. Algo confortable. Piensa en el L.
Nos subiremos al tren en marcha recordando aquellas tardes lánguidas de invierno. Aquellas tardes pegados a un palmo de la estufa de butano. La S. era mucho peor, no tenía la estufa a un palmo, se metía la estufa entre las piernas como… da para tanto hablar de la pasión de la S. por la estufa entre las piernas. Qué blanca y qué pálida era la S., y ni siquiera, que yo recuerde con la estufa entre las piernas era capaz de coger color. Igual si que lo cogía, pero es que yo nunca me fijé demasiado en la S. No podía.
Piensa en algo confortable y caliente en las largas tardes de invierno. De esto te diste cuenta mucho antes de que llegase la S. Creo que estaba todavía la M., pero no recuerdo si con ella lo llegué a comentar o no. Creo que no. Lo comentaría después. M. fue mi primera compañera. Tenía que haberle hecho caso a la M. desde el primer momento. Tenía que haberle hecho caso a la M. y a tanta gente… A todo el mundo. Ahora ya es tarde. Quedémonos con algún momento gratificante. Un momento gratificante y caliente.
En las largas y tétricas tardes de invierno, quizás los jefes no habían vuelto todavía de comer, seguro que no habían vuelto de comer, es posible que ni aparecieran porque estaban haciendo algo muy importante después de comer. En aquellas tardes tan vacías de todo, mientras la música sonaba de fondo y era de lo poquito que podíamos salvar, no era del todo extraordinario que uno tuviera ganas de evacuar.
Hay quien no puede hacer lo que tiene que hacer si no es en su casa de uno. Yo, con el paso del tiempo, he de decir que si algún lugar me merece confianza para colocar mis posaderas era el lavabo de las empresas. La limpieza, la pulcritud, estaban fuera de toda duda. No había nada que extrañar ni que cortase la comunicación entre las distintas partes del cuerpo implicadas en el asunto. Pero hacía frío. En el lavabo aquel hacía un frío del demonio y no había narices a ir. A veces ponías papeles en la taza del váter para mitigar algo el mal rato, pero no era suficiente.
Mejor era esperar al L. El L. era una persona que vivía allí. No llegaba el primero, porque los primeros éramos nosotros, pero no se iba. No se iba nunca. Él estaba allí. Con un lápiz en la boca, varado delante de un pc antiguo mirando la pantalla intentando desentrañar el misterio de los mails enviados y que nunca llegaron. Llamaba por teléfono y le oías con su voz algodonosa hablar con un cliente. Le veías que a veces iba a hacer visitas. Con su media boca. Enorme. Bajito pero enorme. El L.
El L. era el futuro. Era el fantasma del futuro. Pero era caliente y confortable. El L. iba al lavabo y cuando salía había que apremiarse antes de que alguna gallina del corral ocupase su lugar. Qué calentita la taza del váter cuando ya había pasado por ella el L. Qué bien. Desde el lavabo oías como el jefe aleccionaba al L. sobre la vida y sus misterios mientras el L. le miraba con ojos atentos. El secreto del éxito, el porqué de todo, la silla caliente. 

1 comentario:

  1. Sona a esquela o a missatge pòstum d'una part de tu o de qui sigui el protagonista...

    bona tarda!
    ptns

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