martes, 2 de octubre de 2012

El gran desgraciado europeo VII

Flora estaba destinada a pasar por la vida de Antas Nekermann como un suspiro. Como algo que pudo haber sido y que no fue. Sin embargo, porque las personas somos así y hoy estamos en esto y mañana se nos gira y vamos hacia aquello otro y somos capaces de jurar y perjurar que no hemos cambiado un ápice nuestro planteamiento inicial, de repente Antas Nekermann se vio engatusado por la propia Flora. O no. Engatusado no es la palabra. Enamorado. Flora Mandelstam, sólo por fastidiar a su padre, se fija en Antas Nekermann y le propone relaciones. Vamos, que empiezan con un periodo de cortejo y ante la firme oposición de su padre de ella, Flora Mandelstam se lía la manta a la cabeza y le propone a Antas Nekermann huir. Reproducimos el diálogo porque les sonará:
- Podemos irnos tu y yo a un lugar donde no nos conozca nadie, lejos de compromisos, empezando de cero. Tú y yo...
- Sería maravilloso pero es que...
- ¿Qué pasa? ¿Es que no quieres estar conmigo? Juntos podemos contra todo...
- Ya pero...
A Antas Nekermann le da un ataque de pánico y no se atreve a fugarse con Flora. Le pide tiempo. Que está en plenos exámenes y que esto y lo otro. Que cuando acabe el curso podrán irse si quiere, a conocer Europa, como dos vagabundos. Flora Mandelstam manda a tomar viento a Antas Nekermann. Tiempo después, encontraremos a Flora Mandelstam viviendo en Nueva York, casada con un rabino y abjurando de sus pasados anhelos de libertad. ¿Y Antas Nekermann? Triste como una tristeza grande. Porque claro. A ver. Que una cosa es quererse y otra cosa es lanzarse por un precipicio de incertidumbres, sólo porque es una manifestación de un amor pleno. No. O si.
Porque a ver. Si te dicen, vamos, y tú dices, oye, que no se trata de ir, se trata de... pero claro, dudas. Y dices, tendría que ir. Porque si no voy, parece que es que no la quiero. Y Antas Nekermann le da vueltas y mil vueltas a toda la situación. Y no va ni para detrás ni para delante. Un poco como este relato.
Y como una cosa no quita la otra, se va al Lago Balatón a despejarse una vez que han acabado los exámenes. Y pasea por parajes de gran belleza y sosiego. Y se da unos hinchones de llorar que para qué. Porque las personas tienen sentimientos y Antas Nekermann es una magdalena. Llorando con un sólo ojo. Pero magdalena. Magdalena tuerta. Pero magdalena al final. Y llora porque se acuerda de Flora. De su pelo negro. De sus ojos... ¿cómo tenía los ojos Flora?
Un día, Antas Nekermann se da cuenta de que no tenía ni idea del color de los ojos de Flora. Eran ojos negros. Si que se acuerda. No eran negros totalmente. ¿Eran los ojos de Flora negros o está idealizando los ojos de Flora? A orillas del lago Balatón, Antas Nekermann decide regresar a Budapest. Pudiendo habérsele ocurrido un sin fin de cosas, simplemente se le ocurre regresar. Debe seguir estudiando.
En el tren que le lleva de regreso, coincide con otro estudiante. Antas Szocs es un joven aguerrido que quiere emancipar a Hungría del yugo austriaco y formar una patria de los trabajadores húngaros hermanada con todas las naciones trabajadoras del universo. Bien. Antas Nekermann decide apostar por ese nuevo amor. Recordará a Flora combatiendo contra el opresor. Ahora sí.

1 comentario:

  1. Una historia de amor en plena vorágine independentista. Me da a mi que éste Antas es un poco miedica y no tiene nada claro o si, lo tiene muy claro. Lanzarse de cabeza solo por amor como que no. Creo que ha hecho muy bien. La Flora no le quería solo quería huir para fastidiar a su padre.¿Y que pasó con tanto Wals y violines?
    Me va gustando la historia. Hace unos años pasé 15 días en lago Balaton.
    Un abrazo

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